Una gran noticia contra Israel, está claro.
La única nación democrática de los Orientes próximo y medio está acostumbrada a digerir el odio del retroprogresismo europeo.
Le sobraba razón a José María Aznar cuando afirmó, pocos días atrás, que Israel es Europa.
Mucho más que Turquía, escrito sea sin intención de molestar a nadie. ¿Qué barbaridad ha cometido el Gobierno de Israel para merecer la protesta y repulsa de nuestro Ministerio de Asuntos Exteriores? Cuando nuestro Ministerio exterior se enfada, el mundo tiembla.
De risa, pero tiembla. Todavía se está esperando que muestre su protesta y repulsa por la situación de los presos políticos y de opinión en Cuba, pero no ha tenido tiempo.
Con Israel, su reacción es fulminante. Solicitud de explicaciones al embajador hebreo en España y demás tonterías diplomáticas. El asunto es gravísimo.
Una activista, no precisamente intelectual, del movimiento palestino, la señorita catalana Ariadna Jové Martí, con su visado de turista caducado, fue detenida junto a otra coleguis australiana para ser entregadas a la Policía de Inmigración y expulsadas del territorio israelí.
A la activista pro-palestina se le ha retirado el pasaporte que le será devuelto momentos antes de su embarque en un avión, con destino España, y cuyo pasaje pagará con toda probabilidad el Gobierno de Israel.
Un nuevo abuso hebreo que ha escandalizado a nuestra peculiar diplomacia.
La señorita Jové Martí no se puede quejar del trato recibido. Está muy bien –la libertad en Israel lo permite– que viaje a Israel odiando su realidad.
No queda tan educado que forme parte de grupos lejanos al pacifismo para protestar contra quienes le han concedido permiso de entrada y residencia durante tres meses. Eso está feo, señorita Jové.
En Israel no se combaten las ideas ni las militancias.
En las naciones árabes sí. De haber sucedido al revés, es decir, que la señorita Jové fuera una activista pro-israelí detenida en cualquier nación islámica y acusada de espionaje o conspiración contra el pueblo de Alá, de la señorita Jové no quedaría ni el moño.
Y el victimismo de siempre. Ha dicho la señorita Jové que resistirá, y que su detención es consecuencia de la «represión israelí a la resistencia popular».
De acuerdo, vale, si ella lo cree así, nada que objetar.
Pero la señorita Jové sabe que va a volver a España en perfecto estado de salud y en las próximas horas.
Que no va a recibir cincuenta latigazos en una plaza pública, ni va a ser apedreada hasta morir, ni se va a ver obligada a pasear detrás de su novio, si es que lo tiene, con el rostro oculto y tapada hasta los pies como una esclava perteneciente al sexo humillado por el Islam, eso tan progresista.
La señorita Jové puede seguir en España defendiendo desde su libertad a los palestinos, y nadie se lo va a impedir.
Otra cosa es que el Gobierno de Israel estime conveniente devolver a su nación natal a quien no ha renovado su permiso de residencia.
En España se han fletado aviones negreros de vuelta a centenares, y aquí paz y después gloria.
Israel es una nación seria formada por el pueblo que más ha sufrido en el siglo XX.
Rodeada de Estados enemigos y sometida a un acoso constante.
Ha convertido el desierto en un vergel y los israelíes trabajan. Sus excesos en la defensa han podido ser durísimos en ocasiones. Están en guerra. Excesivos problemas para que se convierta en uno más la pesada de la señorita Jové. A casa. ¿Y qué?
¿Y qué? de Alfonso Ussía. La Razón 9 de febrero de 2010.