La libertad de los pájaros

            Cuenta una historieta, una fábula, que en una jaula se acinaba un buen grupo de pájaros. No podían salir. Dependían de la comida que le proporcionaba el dueño cada día. Cantaban, chillaban, revoloteaban… Tenían unas ganas enormes de salir volando, pero no era el momento de abrirles la puerta, era peligroso salir al exterior. Lo único que les consolaba era observar otras jaulas cercanas donde pasaba lo mismo. Y pensaban los pajarillos que debía ser así. Seguramente el que manda tendría razón. Y cerraban el pico por un momento.

            Pero un día observan que, por fuera, en cielo abierto, algunos pájaros disfrutaban del aire, de los árboles, de la compañía de otros pájaros, y comían de lo que la naturaleza les ofrecía. Y los pájaros de la jaula comenzaron a pensar. Se preguntaban: ¿y por qué nosotros no? ¿Qué mal hemos hecho? Nos dicen que no nos pongamos nerviosos, que cuando pase el mal que hay fuera podremos salir. Pero ¿Cuándo será ese día? ¿Tanto poder tiene ese mal que no vemos? Nos quedábamos pensativos con la cabeza bajo el ala. No queríamos ver la realidad.

            Un día el dueño de la jaula nos dijo: - A partir de mañana vais a comenzar a salir, pero ordenadamente y según unas estrictas normas. El primer día vais a salir los mas pequeños acompañados de un mayor. Si todo va bien, otros días saldréis por turno los demás.

            - ¡Bieeeeeen! -Cantó la manada de pájaros. ¡Por fíiiiin!

            A la mañana siguiente todos estaban expectantes. Se oyó una voz autorizada y paternalista que dijo: - ¡Que se preparen los del primer turno! Y pasados unos segundos abrió la portezuela de la jaula y……. todos a una salieron volando seguidos por la mirada atónita y encabritada del dueño, que no se esperaba esa desobediencia, esa rebelión. - Y la jaula se quedó vacía con la puerta abierta.

            Al cabo de poco tiempo comenzaron a llegar los pájaros huidos y entraban en la jaula buscando ansiosamente la comida del dueño, que no habían encontrado en un mundo asolado por el mal. Y pensaron: - No tendremos libertad, pero por lo menos comemos. - Y se cerró la puerta hasta que todos aprendieran a buscar la pitanza de la mano del amo, que los quiere mucho.

            Y aquel señor de la jaula todos los días se asomaba a las rejas para adoctrinar a los pájaros de lo bueno que era seguir las ordenes de aquellos que dicen querernos mas que nadie. Y así no hay problemas. Todos somos iguales, aunque algunos sean más iguales que otros.

            Escribo esto acordándome de Orwell, que publicó en 1945 aquella famosa parábola titulada “Rebelión en la granja”. Sí, todos iguales en la dignidad que tenemos como seres humanos, pero distintos en otras muchas facetas, físicas y espirituales, que hacen que yo sea yo y no tu.

         Y eso es lo bonito de la vida, la variedad dentro de un orden de respeto al tu, que es tan ser humano como yo. La socialización que pretende cortar a todos con el mismo patrón siempre ha fracasado. Nuestra libertad para pensar y actuar, dentro de un orden, es sagrada, y cuando se ha pretendido construir una sociedad con figuritas moldeadas en serie, se ha terminado por romper la belleza de la naturaleza que es variada y armónica.

         Como dice Fernando Camacho comentado la obra de Orwell: El gobierno de Napoleón en Rebelión en la granja se basa en la utilización del poder blando para la manipulación del resto de los animales (el proletariado). Cuando esto no funciona, subsiste la amenaza del poder duro. De esta forma, su portavoz (el cerdo Chillón) va justificando con mentiras y engaños la escasez de elementos básicos. Tanto es así que, siempre por el bien de la granja, se van cambiando las leyes en favor de lo más conveniente para los cerdos, lo cual se acepta por el respeto que se guarda si no a los cerdos, a los perros de presa que siempre los acompañan.

            El corona virus nos ha dado una lección: Todos estamos expuestos a los mismos peligros. Pero el autoritarismo no le va a hacer retroceder. Solo la autodisciplina, y guardando las distancias respetuosamente podremos doblegarlo. El pequeño “bicho” se ríe de las dictaduras. Vino libremente y se irá si ponemos adecuadamente las prescripciones científicas, que no políticas. Normas claras, obediencia puntual, y respeto al ser humano y a las instituciones que promueve.

            La pandemia no debe ser excusa para meternos a todos en el mismo molde prefabricado, para hacer posible esa sociedad domesticada que algunos tienen en la cabeza. Sí, todos somos iguales, pero algunos parecen ser más iguales que otros.

Juan García Inza

Juan.garciainza@gmail.com