Tengo estos días en la mesa de trabajo una postal que lleva muchos años junto a mí, desde los 12-13 años. La compro como recuerdo de una excursión que organiza el colegio en esa época del inicio de la adolescencia. De normal la tenía en un álbum dentro de una colección. Hace unos meses decido sacarlas y empezar a usarlas para escribir, pero justo ésta y alguna más la reservo, no la utilizo para este fin. La guardo con otras postales y estampas en un cajón de la mesa. Por la situación que vivimos en estos momentos la pongo a la vista. Al verla regreso en el tiempo al momento en que la consigo en un lugar muy especial al que no había vuelto hasta el año pasado. Quería, pero han tenido que pasar más de veinte años para cumplir este deseo. ¿Y qué imagen tiene la postal? Pues ahora lo vamos a descubrir.
Es un Cristo, un Cristo singular donde los haya, conocido más allá de las fronteras del país y que se encuentra donde menos te lo puedes imaginar: en la torre de un castillo. A él acuden muchos grupos de peregrinaciones y sobre todo jóvenes en el mes de marzo. Con esto no hace falta decir mucho más. Me refiero al Cristo de Javier. Ese Cristo ante el que tantas veces rezaría quien vive aquí en el lejano siglo XVI: San Francisco Javier. Su mirada lo dice todo: te engancha para que hables con Él. Su paz llena el lugar: te inunda con intensidad. Su sonrisa contagia al instante: te alegra la vida.
Así es el Cristo de Javier. Sólo lo he visto una vez al natural. Este año pensaba haberlo visitado de nuevo y además poder celebrar la misa dentro del castillo unido al grupo de jóvenes de mi diócesis de Calahorra que íbamos a pasar el fin de semana en este enclave tan propicio para hablar en intimidad, rezar con el corazón y conocer a los que aparecen en el camino que Dios pone por algún motivo.
Me quedo con las ganas. No sólo yo, seguro que unos cuantos más. Y es que cuando uno se pone en marcha, a caminar hacia Dios, se da cuenta que hay muchos senderos. No sólo uno, y que además hay caminos que no conoces y ni siquiera se ven porque no se hallan ni caben dentro del pensamiento humano. Lo previsto para llegar a Javier era salir de Lumbier, pasar por la imponente foz y llegar a Sangüesa para rezar, reponer fuerzas con un bocadillo y lo que se le quiera añadir y seguir ruta hasta Javier para celebrar, unidos a varios miles de jóvenes de toda España, la misa en la explanada que se encuentra a los pies del castillo. Ese es el plan, el camino, el deseo.
Y resulta que todo cambia, la realidad de estos días hace que se suspendan las peregrinaciones de las diócesis cercanas, pero queda la esperanza de que en Navarra no se suprima. Y como digo, cuando uno camina hacia Dios se lleva muchas sorpresas que no espera, pero que forman parte del recorrido. ¡También se suspende la peregrinación navarra! Todos los caminos se cortan. ¿Y ahora qué?
Pues ahora lo que hago y lo que invito a hacer a todos aquellos jóvenes que estamos convocados a este evento que ha tenido que dejarse para otro momento, es recorrer otro itinerario. Hacer otra peregrinación. ¿Cuál?: la peregrinación del espíritu que nos hace descubrir las sendas que Dios prepara y no conocemos aún. ¡Abrirnos al Espíritu Santo!
Sendas Dios hará
donde piensas que no hay,
Él obra en maneras que
no podemos entender.
Él me guiará,
a su lado yo estaré.
Amor y fuerza me dará.
Un camino hará
donde no lo hay.
Por caminos en la soledad me guiará.
Y agua en el desierto encontraré.
La tierra pasará.
Su palabra eterna es.
Él hará algo nuevo hoy.
Ahora lo hacemos nuestro, ¿quieres?
Sendas Dios hará donde piensas que no hay. No hay posibilidad de ir a Javier. Pero lo que pasa es que Él hace su obra a su manera, no a la nuestra y por eso hay hechos y acontecimientos como éste que no podemos entender. Lo más importante es que te pongas en camino. ¡Ya! ¿Por qué? Porque el guía es Él. Vas a estar a su lado y Él va a caminar junto a ti. ¡Sí! No lo dudes, te va a dar el amor y la fuerza para que aunque hoy no puedas ir por el camino que lleva a Javier, va a preparar un camino donde tú no lo ves. No es broma, es verdad. Pero este camino no es fácil. Se hace en soledad; falta el agua y de repente te la da sin que la busques, porque en medio de la soledad de no poder ir con otros amigos a Javier, el mismo Dios viene a tu encuentro para andar el sendero. No lo digo yo, lo dice Él mismo. Ten en cuenta que su Palabra no es una palabra más, es la Palabra, no es fugaz ni dudosa, sino todo lo contrario, es verdadera y eterna porque es la Palabra de Dios.
Entonces, si tienes todo esto claro seguro que cambia el punto de vista en el que te encuentras y comienzas a caminar, a vivir en Dios, a llevar adelante el viaje que hoy tenías pensado. ¡Empieza! ¡Ten fe! ¡Vamos! El castillo de Javier te espera, vas a llegar de otro modo porque estoy muy seguro que ese Dios que nos ha convocado en ese peculiar rincón de Navarra a tantos jóvenes va a hacer algo nuevo hoy. Lo que pasa que si no vives de este modo y sólo te encierras en que no puedes ir a Javier no vas a poder ver lo que Dios va a darte hoy, algo que no esperas, algo que tiene preparado para ti, algo nuevo, porque Dios hace nuevas todas las cosas.
¿Te animas? Yo empiezo; ¿sabes cómo? Pues mirando al Norte, mirando a Dios, mirando a un Cristo, mirando a Javier.