DEPENDE, TODO DEPENDE
En este mundo traidor,
nada es verdad ni mentira,
todo es según el color
del cristal con que se mira.
—Ramón de Campoamor—
En una mesa redonda en un encuentro de intelectuales, alguien preguntó:
—La iluminación, ¿es fácil o difícil?
Uno de los ponentes contestó:
—Es tan difícil como alcanzar la luna.
Otro de los componentes de la mesa dijo:
—Pues a mí me parece que es muy fácil. Es tan fácil como beberse un vaso de agua.
Intrigado se quedó el hombre y, para salir de dudas, le hizo la misma pregunta al tercer miembro de la mesa que le contestó:
—¡Hombre, depende!, si lo haces difícil es difícil, pero si lo haces fácil...
¡Depende! Todos los seres humanos estamos irreversiblemente maniatados por la mentalidad subjetiva, y esta circunstancia nos hace falibles en cualquier observación.
Todo criterio, toda conclusión, todo veredicto siempre está teñido por esa subjetividad con la que vivimos, con la que observamos, con la que pensamos. Todas nuestras ideas y todos nuestros juicios están filtrados, condicionados por nuestra particular perspectiva, por el color del cristal con el que miramos.
Pero cuidado, adoptar esta postura por sistema nos puede llevar al relativismo, ese dogma infalible que nos desquicia al quitarnos toda referencia objetiva y hacernos depender de nuestra subjetividad. Implica nada más un «conozco hasta aquí y actúo así».
En el relativismo todos piensan tener la verdad absoluta, según lo que cada uno ve. Cada uno cree ser dueño de su verdad porque es lo único que conoce.
Siempre habrá, por supuesto, cosas intrascendentes en las que se puede ceder al relativismo, pero también cosas en las que no hay que ceder. Por eso mientras algo no se desvíe de la verdad objetiva puedo pensar como quiera: gustos, moda, profesión, etc.
En el fondo, y simplificando mucho, el relativismo es sinónimo de no comprometerse.
No es de extrañar, pues, que el hombre actual esté como mareado. Sufre de vértigo intelectual y sus síntomas son: falta de personalidad, acentuada inseguridad en sus talentos, dudas permanentes, desorientación.
O sea, que el relativismo lo ha llevado al complejo de inferioridad, a la tristeza, porque el hombre puede ser bueno o malo, sabio o ignorante, pero lo que su propia naturaleza racional no puede aceptar jamás sin romperse en pedazos es vivir en la contradicción. El único velo capaz de ocultar la incoherencia es la locura. Y esa es, precisamente, la meta lógica de todo relativismo.
Busquemos siempre la verdad absoluta para sustentar nuestra existencia en sólidos cimientos lejos del inestable y voluble relativismo. Hay que ir siempre al lado más profundo de las cosas para encontrar la verdad. Porque hay verdades objetivas que son como son y ahí no cabe el depende.