Nunca llegaremos a conocer y calibrar la fuerza de nuestra oración, pero lo que sí es seguro, es que el Señor nos pide que la hagamos sin descanso. Luego está la libertad del hombre para decidir, después de su encuentro con Cristo, si quiere seguirle o no. Aquí no estamos para juzgar eso. Solo pedimos, desde la seguridad de que Dios lleva al señor Zapatero de la mano, su conversión.
Esta idea, que surgió el pasado fin de semana, tengo que reconocer que me está haciendo mucho bien. Los días que llevo rezando por Zapatero me hacen recordar la importancia de las cosas, y cómo, antes de juzgar a nadie, primero tengo que mirarme y limpiarme por dentro.
¡Apúntate a rezar por Zapatero! Y díselo a todos tus amigos.
Eduardo Palanca