COMO EL PARACAÍDAS

 El ingenio es como el paracaídas:
para usarlo, es preciso que se abra.
Thomas Dewar—

 Los paracaídas que se usan para saltar de un avión en vuelo están formados en realidad por dos paracaídas, uno pequeño, el pilotín, y el paracaídas propiamente dicho. El piloto abre el pequeño paracaídas auxiliar y éste se despliega activando al paracaídas principal que está apretadamente plegado dentro de una cubierta protectora.

          El proceso es el siguiente: el cabo de desgarre lleva un mango del que hay que tirar con fuerza para que se despliegue el pilotín que, al llenarse de aire, coge la fuerza necesaria para extraer de su funda el compacto paracaídas principal.

          Nuestra mente es como un paracaídas: a menos que la abramos, permanecerá plegada e inactiva. Hace falta valor para saltar y abrir el paracaídas; lo mismo ocurre con nuestra mente para abrirla a lo nuevo, desconocido y enriquecedor. Pero, una vez que hemos dado el salto, la vida, normalmente, se despliega maravillosamente ante nosotros.

          Es fundamental, para disfrutar de la vida y mejorarla, tener la actitud de estar continuamente aprendiendo y creciendo intelectualmente y en valores. No conviene olvidar que una mente estrecha puede ser el camino más directo hacia una vida estrecha. Un buen medio para ensanchar nuestros puntos de vista suele ser leer, convertirse en consumidores de buenos libros —¡ojo que los hay malos!— que acrecienten nuestros conocimientos y nos abran puertas al aprendizaje y la compresión.

          Una mente cerrada es un triste desperdicio de posibilidades porque las personas prefieren la inacción al progreso. Tenemos que abrirnos a las alegrías y a las maravillas de la existencia. Asumir con sincera esperanza el reto de continuar avanzando durante toda la vida, toda.

          Si observamos algunas de las grandes mentes que han regalado a la humanidad maravillosos descubrimientos y mejoras, comprobaremos que muchas de ellas han sido mentes abiertas e inquisitivas.

           Tenemos miles de ejemplo donde mirarnos. En 1950, Frank McNamara se regaló una comida de lujo en un elegante restaurante de Nueva York y, mientras le servían el postre, se dio cuenta de que no tenía dinero en efectivo. Abochornado telefoneó a su mujer con el fin de pedirle que le llevara dinero para pagar la cuenta.

          Esa experiencia negativa tuvo una consecuencia positiva. Pidió un préstamo de diez mil dólares y fundó el Diners Club, la primera tarjeta de crédito que fue aceptada en restaurantes.

          La mente es nuestro centro creativo, y cuando estamos abiertos y somos receptivos a nuevos pensamientos e ideas, aumentan inmensamente nuestras posibilidades cada vez que salimos de nuestro plegamiento y nos abrimos como el paracaídas.