Este lunes el Excmo. Ayuntamiento de Toledo, en vísperas de la solemne fiesta del Corpus Christi, colgó 10 segundos del Corpus de 1928. Lo comenta en la página web el historiador y periodista Adolfo de Mingo Loarte. En la imagen se ve a uno de los mártires: el siervo de Dios Ildefonso Montero, canónigo tesorero de la Catedral.
Por su parte, el siervo de Dios Agustín Rodríguez, Vicario General y canónigo Lectoral de la Catedral Primada, escribía este artículo en una edición especial de El Castellano:
EL SACRIFICIO PERPETUO.
UN RITO EUCARÍSTICO TOLEDANO
No obstante el rigor con que desde los tiempos del papa san Pío V procuraron las leyes litúrgicas de la Iglesia uniformar el rito latino, todavía nuestra catedral, única en todo, conservó ceremonias peculiares, reliquias veneradas del antiguo rito toledano, que, sobre perpetuar una tradición local, realzan la majestad del culto por modo incomparable.
Una de estas ceremonias es la de la renovación de las especies eucarísticas, que suele hacerse cada jueves en la misa conventual y que, por su altísima significación, bien merece el tributo de unas líneas.
Una particularidad de este rito es que la Sagrada Forma que ha de renovarse está presente sobre el altar durante la misa. Para ello, antes del Introito, el celebrante y los ministros suben al Sagrario -un precioso camarín que hay detrás del altar mayor, donde está el tabernáculo, y que es otra particularidad de la iglesia toledana- y bajan el riquísimo copón de oro en que se guardan una hostia grande y otras más pequeñas, que en caso necesario, sirven para el viático. Así, pues, la misa de renovación viene a ser una misa con exposición del Santísimo, y en esta conformidad, se guardan todas las ceremonias que para tales misas se prescriben.
Pero se ha de notar que el fin primero de esta ceremonia no es que Nuestro Señor reciba la adoración de los fieles, sino el que la hostia consagrada que ha de renovarse esté presente en el altar mientras dura el santo sacrificio.
Este rito se completa con otro de idéntica significación. El sacerdote ha consagrado dos hostias grandes: la una, que ha de consumir en la forma ordinaria, y la otra, para quedar guardada en el copón hasta el jueves siguiente. Después de las oraciones del Pater Noster y Libera nos, Domine, el celebrante saca del copón la hostia grande y la coloca sobre la que luego ha de consumir, de manera que formen como una sola. Luego parte las dos a la vez; de las dos separa un fragmento que echa en el cáliz, y con las dos a la vez comulga. Hecho lo cual, consume las hostias pequeñas que había en el copón y coloca en este las recién consagradas. Acabada la misa, da la bendición con el Santísimo y hace la reserva según el uso ordinario del rito toledano.
Para que mejor se entienda la significación de este rito, recordaremos otro que se practicaba en la misa solemne de las estaciones, de Roma, que fue como el patrón de la misa solemne en todas las iglesias de rito latino.
Por lo común, la misa estacional de Roma era celebrada por el Papa mismo, al que acompañaba todo el clero romano. Las misas que se celebraban en las parroquias eran misas privadas; la estacional era pública, la misa de toda la ciudad. Y eso es también la misa conventual de la Catedral: la misa pública por excelencia, la misa de toda la ciudad.
Antes que el Papa llegase al altar, un sacerdote le entregaba un fragmento de pan consagrado en una misa. De esta manera, nuestro Señor estaba sacramentalmente presente en el altar desde que comenzaba la misa. Después del Pax Domine, el Papa echaba aquel fragmento de pan consagrado en el cáliz. Luego, del pan que él había consagrado, separaba tantos fragmentos cuantos eran los títuli o parroquias de Roma, los cuales enviaba a los sacerdotes encargados de estas parroquias. Con esto se quería significar la unidad y continuidad del sacrificio eucarístico. Dondequiera que se celebre, ayer como hoy, uno mismo es el sacrificio eucarístico, una misma la víctima, una misma la comunión, una misma la Iglesia, que, aunque compuesta de muchos y diversos miembros, es siempre el mismo cuerpo místico de Jesucristo.
Pues esta es también la significación que tiene el rito toledano. Se lleva al altar, al principio de la misa, la hostia que ha de renovarse para indicar que el sacrificio que hoy se celebra es el mismo que se celebró la semana anterior. Y para esto también se juntan las dos Formas y, con las dos a la vez, se hacen los ritos de la fracción y conmixtión, y con las dos a la vez comulga el sacerdote celebrante.
Desde que Nuestro Señor instituyó la Eucaristía se celebra sin interrupción el divino sacrificio. Han cambiado los ritos según los tiempos y lugares; pero el sacrificio es siempre el mismo. Y así será hasta la consumación de los tiempos.
No hay hora ni punto del día en que no se celebre el sacrificio eucarístico. Cuando en Europa, llegado el mediodía, deja de celebrarse, ya despunta el sol en el continente americano, y suben allí los sacerdotes al altar. Cuando el sacrificio se interrumpe en América, ya están celebrándolo los misioneros de la China oriental, y luego los de la China occidental, los de Persia, los de Palestina… y los de la Europa oriental. Así se cumple a la letra lo que vaticinó el profeta Malaquías: En todos los lugares se ofrece a Dios una oblación pura. En todos esos lugares habitan gentes de razas distintas, de lenguas diversas, de usos varios; pero en todos ellos el sacrificio eucarístico es siempre idéntico siempre el mismo.
De este mismo sacrificio de que nosotros participamos, participaron nuestros padres. Esta fe y esta esperanza que nosotros tenemos son las que ellos tuvieron. Y este rito toledano que brevemente hemos descrito, y que de siglo en siglo se perpetúa en nuestra catedral, es símbolo de íntima comunión entre los que ahora vivimos y los que en otro tiempo vivieron a la sombra del templo primado.
Agustín Rodríguez
Aquí la biografía de los dos sacerdotes mártires de los que hablamos hoy:
https://464martires.es/index.php/464-martires/25-toledo/sacerdotes/2-rodriguez-rodriguez-agustin
https://www.persecucionreligiosa.es/index.php/otros-martires/sacerdotes/196-montero-diaz-ildefonso