Una pequeña lesión en el brazo aumenta mi torpeza frente al teclado, lo cual no quita para que me sigan llegando noticias desde Medjugorje, traídas casi siempre en la maleta de un peregrino audaz o en la memoria de un sacerdote desubicado por lo que ha conocido.
De todos modos, teniendo el brazo escayolado, mi propósito hoy no es otro que responder a una pregunta de un lector sobre el fenómeno del que en este blog se escribe:
¿Qué ha pasado con aquellos dos muchachos que dijeron ver a la Virgen María el primer día y que no volvieron a verla los siguientes?
Se llaman Milka e Ivan, y viven ambos en Medjugorje. Ellos no ven el no haber tenido más apariciones como una ‘maldición’ o una pena, sino que al contrario, viven muy felices por haber tenido ese don un día de su vida. Y seguramente también, aliviados por haberse visto eximidos o relegados de llevar la cruz que supone ser vidente…
Antes de que nadie empiece a torcer el gesto en esta especie de juego del escondite de la Virgen María con éstos dos videntes, conviene recuperar de un libro firmado por Javier Paredes, titulado Santos de pantalón corto ( Homo Legens ) una anécdota curiosa sobre la vida de los videntes de Fátima.
Resulta que las apariciones de las que fueron testigos en 1917 Lucia, Jacinta y Francisco, comenzaron dos años antes con las apariciones de un ángel, el Ángel de Portugal, dijo, que en tres apariciones en 1915 y en otras tres más a lo largo de 1916, se supone que fue preparando a los videntes para el encuentro culminante con la Virgen María para ser los portadores de una gracia de Dios muy especial.
Pero resulta que los tres primeros videntes del ángel, en 1915, no fueron Lucía, Jacinta y Francisco, sino Lucía y dos amigas suyas de la misma edad.
Sin embargo, por lo que fuese, el ángel –que actúa por mandato de Dios, no va por libre- fue cambiando de destinatarios de sus apariciones, y finalmente optó por Jacinta y Francisco pasando al anonimato aquellas dos amigas de Lucía que le vieron antes que los ya beatos. Les pasó lo que a Milka Pavlovic e Ivan Ivankovic.
La verdad es que escarbando entre la historia, en los pequeños y más nimios detalles de otros fenómenos de apariciones, se encuentran cosillas como estas que, sin querer decir nada a favor de la autenticidad de las de Medjugorje, sí que responden por sí solas a éstas cuestiones.
Toda esta información, en ocasiones sorprendente, está ahí. Solo hay que interesarse por ella, y en muchas ocasiones eliminan dudas y cuestiones sobre el fenómeno de Medjugorje o similares como el de El Escorial, Garabandal, Ezkioga, Umbe... Una de las cosas que yo he aprendido gracias al estudio de ellas, es que el fenómeno de las apariciones no tiene un patrón común. No son Lourdes y Fátima y lo que se salga de ahí no cuenta. Pocas cosas son las que unen unas apariciones de otras (hablo de apariciones auténticas, reconocidas o no por la Iglesia): Los videntes siempre son gente humilde; los videntes siempre son perseguidos, en ocasiones machacados; la síntesis del mensaje es siempre la misma (oración, conversión, penitencia, Iglesia); los frutos son buenos. Estas cuatro mínimas se dieron en Fátima, donde los niños fueron machacados por la autoridad eclesial competente; en Lourdes, donde pocas veces una vidente ha sufrido tanto como sufrió Bernadette; en La Salette, donde sus dos videntes no acabaron teniendo precisamente una vida ejemplar; en Laus, en Ámsterdam, en Kibeho, en tantas partes…