(Inspirada en la canción “Ámame como eres” del  grupo Betsaida)

Conozco tu miseria, las luchas y tribulaciones de tu alma, la debilidad y dolencias de tu cuerpo.

Conozco tu cobardía, tus pecados y tus flaquezas.  Conozco...

Y a pesar de todo te digo: ¡dame tu corazón! Ámame tal como eres.  Dame tu corazón.

¿No te voy a conocer? ¡Si te he creado yo!  He modelado tu barro como si estuviera jugando a ser un alfarero; te he regalado un alma única, que se agota en sí misma.  Sé perfectamente cómo eres, qué te cuesta, qué te hace sufrir y disfrutar, cuál es tu enfermedad: yo te la he preparado como una caricia, para que consueles a mi Hijo cuando te mire desde la cruz... ¿quieres?

Sé que a veces te asusta esa cruz, que no te gusta sufrir y quieres huir del dolor.  Pero también sé que enseguida te da pena dejar solo a tu Jesús -que está ahí por ti- y vuelves junto a él.  ¡Cuánto le consuela eso!  Y cuánto me gusta a mí...

Aunque en ti hay miserias, debilidades y pecados, son más grandes tu amor, tus deseos de mí, tu querer hacer siempre y en todo mi voluntad.

¡Dame tu corazón!  Yo lo iré vaciando de ti y lo llenaré de mí cada vez que hagas oración, cada vez que vengas a mi fiesta de amor, cada vez que acudas al sacramento de mi misericordia, cada vez que me digas que me quieres, ¡incluso cuando no te des cuenta de que me lo estás diciendo!

Si para amarme esperas a ser un ángel nunca llegarás a amarme.

Ellos viven conmigo, me ven, hablamos todos los días, no me ofenden ni me desprecian... pero no me aman como tú.  No tienen un corazón ardiente y palpitante de amor como el tuyo: todo entero para mí.  Tampoco saben lo que es sufrir, y tú sí.  No imaginan siquiera lo que es abrazar la cruz con pasión, sólo por amor a mi Hijo.  ¡No esperes a ser un ángel!  ¡Ámame tal como eres!  Yo te quiero, a ti.

Déjame amarte.  En mis planes está el moldearte.

Confía en mí y abandónate en mis manos.  Me gusta cómo eres pero la obra que empecé en ti no está terminada: quiero ir trabajando en ella mientras vivas.  Tendré que usar el martillo y el cincel, pasar la lija y la lima de acero.  A veces te dolerá pero el resultado será perfecto: todos sabrán al verte que eres obra mía, tendrás la marca del artista.

Y cuando me entregues tu alma tras tu último aliento, cuando yo te dé un beso de bienvenida a las puertas del Cielo y entres ¡por fin! en mi gloria... ¡ahh! mi divinidad se reflejará de tal modo en ti que brillarás más que la más hermosa de mis estrellas.  ¿Lo ves?  Estarás preparado para gozar de mí por toda la eternidad: para eso te hice en un acto de amor único.

Mientras, te amo así, tal como eres.  Y quiero que tú hagas lo mismo.  Deseo ver tu corazón que se levanta de lo profundo de su miseria...

 

Amo tu corazón, ¡todo tu ser!  Sé cómo me amas: sin medida, con todas tus fuerzas, con toda tu mente, ¡apasionadamente!  No me dices que no a nada, no esperas a que yo te lo pida: todo me lo regalas.  Me gusta que seas así y que me ames así, tal como eres.  Por eso me conmuevo cada vez que te esfuerzas después de una caída, o cada vez que algo te cuesta;  cada vez que sonríes desde detrás de tus lágrimas-¡esas lágrimas tuyas de amor y de dolor!-, cada vez que levantas tu corazón hacia mí, aunque no tienes fuerzas para levantar tu cuerpo...  ¡Si vieras cuánto te quiero yo entonces...!

Amo en ti tu debilidad.  Me gusta el amor de los pobres.  Quiero que desde la indigencia se alce un grito: ¡te amo Señor!

Sí, tu debilidad: así puedo volcar en ti toda mi fuerza y hacer que reflejes el rostro de mi Hijo.

El amor de los pobres.  Tú eres pobre porque me has dado TODO lo tuyo;  ahora no tienes nada, pero me tienes a mí todo entero para ti sola.

Que se alce un grito.  Todo tu día es un grito de amor. ¡No sabes cuánto disfruto mirándote!  Me amas tanto en tu pobreza que he podido meterme en tu alma hasta el fondo.  Por eso los demás te buscan y quieren acercarse a ti: porque el calor y la luz que salen de ti son mi amor, que te llena y te desborda.

¿Lo ves?  Todo es porque me amas tal como eres: pobre, cobarde, débil...  Como no eres nada, te he llenado con mi todo;  como tú no puedes, se notan mis logros;  es en tu pobreza que luce mi fuerza, y en tu pequeñez mi grandeza. (A Jesús, Grupo Betsaida)

Si me amas tal como eres puedo reflejarme en ti como en un espejo.

 

Fragmento del libro “Si supieras cuánto te amo…”, Guadalupe García, Ed. Bendita María.