Fue una de las noticias más sonadas del fin del año apsado: el antiguo capellán de la reina de Inglaterra hasta 2017, el obispo anglicano Monseñor Gavin Ashenden, se ha hecho católico.
Y añade: “como anglicano, creí durante algún tiempo que tenía la ventaja de desarrollar mi fe en una Iglesia amplia, lo que me daba mucho espacio para explorar. Ese pudo haber sido el caso hasta que el anglicanismo comenzó una repentina capitulación ante las demandas cada vez más intensas y no negociables de la cultura secular. Vi cómo el anglicanismo sufría un colapso de su integridad interna y se tragaba de golpe el descenso de la sociedad secular a una cultura postcristiana”.
Señala después tres elementos que, de forma particular, le impulsaron a dar el paso de entrar en la Iglesia católica. Su devoción mariana, iniciada a partir del conocimiento de las apariciones de Garabandal, cultivada a través de la amistad con el especialista en apariciones marianas René Laurentin y culminada en una intensa devoción al rosario. Su descubrimiento de la Eucaristía, sacramento que vertebra y da vida a toda la Iglesia. Escribe Ashenden al respecto que “es de gran alivio pertenecer a una comunidad eclesial donde la Misa es verdaderamente la Misa. Es un alivio celebrar una relación sin vergüenza con Nuestra Señora y los santos (especialmente en mi caso compañeros que incluyen al santo Padre Pío, a Santa Faustina y a San Juan Mª Vianney). Es una gran alegría pertenecer y estar en comunión mística con figuras que siempre he amado, como San Martín de Tours, San Agustín, San Anselmo, y en plena comunión con Pedro”.
Y concluye: “Pero la tercera razón es el Magisterio. Frente al asalto cada vez más letal contra la fe en nuestros días, descubrí que no existían medios teológicos para unir a los anglicanos ortodoxos en unidad eclesial. Se puede encontrar un anglicanismo diferente para cada día de la semana. Me di cuenta (demasiado tiempo después de que Newman y Chesterton ya hubieran explicado por qué) de que solo la Iglesia Católica, con el peso del Magisterio, tenía la integridad eclesial, la madurez teológica y la potencia espiritual para defender la fe, renovar la sociedad y salvar almas en la plenitud de la fe. Deus vult.”