Nuestro lema es: “entra un pobre y sale un santo”. Es la meta que tenemos en toda la labor social que desarrollamos en Vallecas. Pasamos de lo social a lo familiar y desde ahí a lo espiritual. Y así el Señor nos concede conversiones.
El ambiente de familia es algo que cuidamos mucho en el Comedor social San José de nuestra parroquia. Desde que las personas entran a comer, se nota que están en su casa y hay algo especial que hace que todos se sientan cómodos. Así me lo expresaba Miguel, cuando empezó a venir a comer todos los días. Vivía solo en una habitación y no tenía amistades ni familia. Había estado trece años en la cárcel y eso le había hecho romper con su pasado. Era huraño y esquivo. Nadie quería saber nada de él.
Cada día se iba un poco más contento del comedor social por el cariño de los voluntarios. La gente del comedor se convirtió en su familia. No sólo venía a comer, sino que se ofrecía a barrer, a sacar la basura, etc. Le nombramos encargado de arreglos del comedor y estaba feliz, ya que se sentía importante. Todos le conocíamos y nos preocupábamos de sus cosas.
A los pocos meses le diagnosticaron un cáncer de hígado avanzado. Ya se le veía bastante amarillento. Ingresó en el Hospital Gregorio Marañón. Nadie iba a verle salvo los de la parroquia. Su “familia” del comedor empezó a hacer turnos para quedarse a dormir en el hospital y así acompañarle lo más posible. Las enfermeras estaban bastante asombradas del trasiego de personas que iban a visitarle. No es que salieran en Vanity Fair precisamente: melenas, tatuajes, chaquetas desproporcionadas, etc.
Al cabo de unos días fui a verle. Cuando entré en la habitación del hospital, estaba acompañado de varios amigos del comedor. Al verme, exclamó: “¡Todos fuera, que voy a confesarme con el padre. Llevo cuarenta años sin hacerlo!”. Salieron asombrados. Al terminar, se quedó como un niño. Para celebrarlo, me obligó a comprar unas Fantas con unas monedas que tenía. Fue como celebrar de nuevo su primera comunión, pobres, pero con gozo. Esta conversión cayó como fruto maduro del amor que se respira en el Comedor san José.