Si hiciéramos un sondeo, tipo “vox populi”, sobre cuál debe ser la primera tarea de la Iglesia, con toda seguridad, la inmensa mayoría nos respondería que ayudar a los más pobres y, ciertamente, tener fe implica preocuparse y ocuparse de los que sufren a causa de la pobreza; sin embargo, incluso tan noble y necesaria tarea, no es la primera que le corresponde a la Iglesia. Más bien, se trata de la segunda, pero la número uno es relacionarse con Dios a través de la oración y, desde ahí, dar a conocer el Evangelio de forma explícita, atendiendo la falta de sentido que muchos experimentan. De otro modo, seremos una gran ONG, con muchas cosas positivas, pero desconectada de su verdadera razón de ser. Y eso es lo que nos está pasando en muchos países del mundo. La raíz de la crisis, más que externa, es interna, como decía el papa emérito Benedicto XVI. Por eso, la importancia de retomar la espiritualidad, cuidando la oración, los sacramentos y el debido acompañamiento pastoral.
Es necesario que nos involucremos en la lucha contra la pobreza, así como la atención a los refugiados y el respeto al medio ambiente, pero todo debe partir de nuestra relación con Dios y no de ideologías o teorías meramente sociológicas; algunas de ellas propias de la década de los sesenta que, lejos de aumentar la fe, la diluyeron. El fondo de nuestras opciones no puede estar al margen de Jesús. ¿Cómo evitar el mero activismo por noble que sea? Cuidando la liturgia, dándonos tiempo con Dios y, como consecuencia, hacernos responsables del entorno. Si lo vivimos así, nuestra ayuda será de calidad porque no serán acciones desarticuladas, sino bien asimiladas, considerando a la persona en su conjunto. Hablamos de una visión integral porque, al crecer en la experiencia de Dios, podemos comprender mejor las carencias de nuestro mundo; mismas que nos interpelan para dar lo mejor de nosotros mismos.
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Les propongo dos libros electrónicos que he escrito y que pueden ser de su interés.
"El proceso de Dios", es un pequeño libro que reflexiona sobre puntos importantes de la fe desde una perspectiva teológica y filosófica. Es concreto y, al mismo tiempo, profundo, capaz de responder las preguntas propias de aquellos que se cuestionan en su relación con Dios.
¿Cómo abordar la emergencia educativa? ¿Cuál es el futuro de los colegios católicos? ¿Qué cambios tienen que darse? Éstas y otras preguntas son las que se abordan en el libro. Lo interesante es que el autor trabaja como maestro y, por lo tanto, los puntos que ha escrito parten de su experiencia en la realidad, en la "cancha de juego". Una interesante reflexión de todos los que de una u otra manera saben lo complejo que es educar en pleno siglo XXI y, al mismo tiempo, lo necesario que resulta seguirlo haciendo.
Nota:
Al comprar alguno de los dos libros contribuyes al apostolado que llevo a cabo en favor de la fe y la cultura. ¡Gracias!