LOS MÁRTIRES DE CÓRDOBA es como se conoce a un grupo de cristianos mozárabes condenados a muerte por su fe bajo los reinados de Abderramán II y Mohamed I en el Emirato de Córdoba. Estos martirios se conocen gracias a una única fuente, la hagiografía de Eulogio de Córdoba el cual registró la ejecución de cuarenta y ocho cristianos que desafiaron la ley islámica. En su mayoría hicieron declaraciones públicas de rechazo del islam y proclamación de su cristianismo.
San Eulogio, que fue uno de los dos últimos ejecutados en morir. Se recogen 48 ejecuciones entre 850 y 859, de cristianos, 38 hombres y 10 mujeres. Veintidós eran naturales de Córdoba capital, 4 de la provincia, 6 de la diócesis de Sevilla, 3 de la de Granada y uno de los siguientes lugares: Martos, Badajoz, Toledo, Alcalá de Henares, Portugal, Palestina y Siria, de uno se debate el lugar de origen (Álava o Septimania) y no consta el origen de cuatro de ellos.
Treinta y cinco eran clérigos de distinto tipo, sobre todo monjes pero también diáconos y sacerdotes, el resto eran seglares salvo de Salomón, del que se ignora su condición. Todos salvo dos habitaban en Córdoba o en monasterios de la sierra cercana a la ciudad como monjes o en zonas próximas como eremitas. Cuatro eran conversos que provenían de familias completamente musulmanas, cinco de matrimonios mixtos y tres eran antiguos cristianos convertidos al islam que habían vuelto al seno de la Iglesia. Todos salvo Sancho y Argimiro fueron decapitados.
En 1575, durante unas obras en la iglesia de San Pedro de la ciudad de Córdoba se descubrieron los restos de estos santos. En 1577 el papa Gregorio XIII aprobó un auto sobre el hallazgo de las reliquias, mandando que los restos fuesen expuestos para la veneración de los fieles. Los restos se encuentran en la capilla de los Santos Mártires del templo, en un arca de plata.
San Gumersindo de Toledo
Gumersindo era sacerdote, natural de Toledo, siendo niño vino con sus padres a Córdoba. Entró como clérigo en la Iglesia de los Tres santos Mártires Fausto, Jenaro y Marcial, primera Iglesia Catedral de Córdoba. Allí recibió buena educación y ejerció el diaconado. Muy joven fue asignado a una iglesia de la campiña cordobesa. Vino a la ciudad libremente para confesar la fe junto con el monje Servideo que era un adolescente bajo la dirección del presbítero Pablo y fueron condenados a muerte y ejecutados el 13 de enero de 852.