CONSTRUCTORES DE PUENTES
El único cemento sólido para unir a los hombres es el amor.
-Alexis Carrel-
De entre las innumerables anécdotas del santo Papa Juan XXIII, escogemos la que cuenta que en una recepción diplomática en París, donde estaba de nuncio el cardenal Roncalli, futuro Juan XXIII, coincidió con el dirigente comunista francés Monsieur Thorez, más obeso aún que el papa Juan.
Hablando con él, el cardenal Roncalli, con la amabilidad y la gracia que le caracterizaban, le dijo:
—Mire usted, Thorez, aunque sé que le va a molestar, no tengo más remedio que decirle una cosa.
Extrañado el comunista, preguntó de qué se trataba. Y el cardenal contestó:
—Usted y yo pertenecemos al mismo partido.
El diplomático francés quiso saber a qué partido se refería. Y el futuro papa, sonriendo, dijo:
—¡Al de los gordos, amigo mío, al de los gordos!
De ahí arrancó una gran amistad entre ambos.
En esta vida hay dos tipos de personas: las que levantan muros y las que hacen puentes.
Levantamos muros cuando dejamos que el egoísmo, el odio, el rencor o el resentimiento aniden en nuestros corazones; levantamos puentes cuando dejamos que el amor y el perdón fluyan manteniendo abiertas las relaciones con los demás. El que no sabe perdonar, el que es egoísta, perderá a sus amigos, y se quedará solo y amargado.
Hacen falta constructores de puentes en un mundo donde cada día hay más islas. Creo que ahora más que nunca el mundo necesita de personas que sean puentes, puentes de diálogo, de fraternidad, de acogida, de comunión, de denuncia profética, de anuncio, de paz. ¿Acaso nuestros últimos papas no han sido grandes constructores de puentes?, ¿no es el papa Francisco un gran pontífice constructor de puentes?
Muchas veces dejamos que los malentendidos o enojos nos alejen de la gente que queremos, muchas veces permitimos que el orgullo se anteponga a los sentimientos, muchas veces nos convertimos así en levantadores de muros, y, sin embargo, somos llamados para hacer conexión en la vida, para construir puentes que eliminen vacíos.
No somos de esos que se paran, que no avanzan cuando encuentran un abismo. Somos los constructores de puentes espirituales, emocionales, familiares y sociales. El arquitecto es Dios, y él construyó el más grande puente entre el cielo y la tierra: la cruz.
Por eso los cristianos no podemos ir por la vida viendo enemigos por todos lados. Los tenemos, claro, y no hay que ser ingenuos; pero debemos ser sembradores de paz, concordia y alegría construyendo puentes, porque, lo crean o no, todos pertenecemos al mismo partido: el de los hijos de Dios.