El próximo domingo celebraremos en la liturgia de la Iglesia la Solemnidad de Cristo, Rey del Universo. Con ella damos por finalizado el año litúrgico para dar de nuevo comienzo a otro año con el tiempo del Adviento.

Las lecturas del domingo, del día del Señor, nos invitan a mirar a Cristo como Rey. El profeta nos anuncia la llegada de un hijo del hombre cuyo reinado será para siempre y ante el cual se postrarán todos los reyes de la tierra. La nube que muestra el lugar desde donde procede el hijo revela la presencia de Dios, ante el cual el hijo del hombre se postra. Al hijo del hombre se le otorga desde el anciano, que es el Padre, todo el poder divino ante cuya presencia el hombre rinde adoración y gloria. La respuesta que podemos hacer ante esta realeza del hijo nos la ofrece el salmo que es un canto al poder, santidad y reinado del hijo. La lectura del libro del Apocalipsis nos presenta quien es este hijo de hombre que indica el profeta: Jesucristo, el que sale victorioso del sepulcro. El príncipe al que todos adoran y ante el que se postran. El Hijo que es Rey en la cruz y nos redime para liberarnos del pecado. Es el Rey que por su muerte nos ha hecho reyes para reinar para Dios-Padre, y sacerdotes para ofrecernos a Dios por cada hombre junto al Hijo en la cruz. El Hijo es el que viene en las nubes como lo profetizó Daniel, porque con Él se nos revela la presencia de Dios. Jesucristo es el Hijo de Dios que reina con poder. Es el sí definitivo de Dios para toda la humanidad. Es el principio y la meta de la historia de salvación de Dios con el hombre. Jesucristo es el Hijo de Dios, que con su poder se ha hecho presente en la vida de los hombres de todos los tiempos.

Pero, este reinado del Hijo de Dios se nos desvela de modo definitivo en los evangelios. En el misterio pascual del Hijo, su realeza alcanza y tiene su máxima expresión. En el  momento más dramático de la vida de Jesús, que es su  muerte, se hace más patente su misterio como Rey y Señor. El Hijo es un Rey que reina entregándose en una cruz. Rey en medio del dolor y la prueba. Rey en el sufrimiento y la muerte. Un Rey desde la humildad y la obediencia. Jesús es aquel que se entrega por toda la humanidad por amor. Un Rey libre que se dona al hombre porque quiere salvarlo y llevarlo a Dios. Un Rey humilde que no humilla sino que levanta. Un Rey que no es como los reyes que esclavizan sino que vence al mal para liberar al hombre. Un Rey que tiene como criterio de vida hacer el bien y entregarse por amor al que más sufre y al que se siente solo y abatido. Un Rey que es el Salvador y no necesita al hombre pero ha querido amarlo y hacerlo instrumento para el bien y la entrega.

Jesús es un Rey que viene a dar la paz y enviar a cada persona que quiera acogerlo, el don del Espíritu. Jesús es el Hijo que viene a revelar al hombre la verdad de Dios. Y aquel que se quiere acercar a Jesús necesita vivir de la verdad que Él le ofrece. Jesús es la verdad que ilumina la tiniebla del hombre; es la verdad que desvela la mentira del pecado, y da luz en medio de la oscuridad que produce el mal. Dios es verdad y él que vive bajo el reinado del Hijo hace posible que su vida sea una transparencia de la verdad de Dios.

El hombre está llamado también a reinar desde la entrega y el amor hacia su hermano. Cada persona necesita el encuentro con Dios que le lleva a vivir en verdad para que su vida sea reflejo del amor de Dios. Cada hombre es llamado a ser testigo del Hijo en medio de un mundo que vive en mentira. La verdad que necesita el hombre ha de estar unida a la caridad. El hombre que vive en verdad es porque ha dejado que el Hijo sea el Rey en su vida. Dios pide al hombre que deje el control de su existencia al Hijo para que este sea el Rey de su corazón. El Hijo de Dios en poder viene a trasformar la vida de cada persona para que desde el amor pueda vivir de la vida que Él le viene a regalar. El hombre puede ser rey en su existencia cuando se deja amar por el Rey que ha dado su vida por él.

Belén Sotos Rodríguez