Su solipsismo egoísta, en un determinado momento de la cinta, entra en crisis. Una conversación con el novio de una de sus hermanas pone al descubierto la entraña nihilista de nuestra sociedad y el sinsentido de todo. Momento estupendo para levantar el vuelo y salvar con contenido lo que, hasta ese momento, ha sido un guión aceptable y una dirección correcta.
Sin embargo, si el esperanzado espectador había ido quedando algo decepcionado, el final no hace sino ratificar la pendiente hacia abajo. Sí, los lazos humanos son importantes, pero, en realidad, lo son solamente como un narcótico que nos hace más llevadera una vida que está abocada a la muerte, a la nada. Oquedad de oquedades, todo es oquedad, pero en compañía es más llevadera.
Elevemos nosotros la cuestión. Esa sensación de vacío está ahí, en nuestro entorno. La gente se aturde de mil maneras para no sentirla, pero siempre hay ocasiones en que topa con ella. Entonces es el momento para abrir el interrogante, ¿no habrá algo más allá que sea la plenitud del más acá? Y luego la respuesta. Vamos, que, si andamos un poco espabilados, tenemos ahí un hueco donde hacer resonar el primer anuncio del evangelio.