El pasado 24 de enero celebrábamos la fiesta de san Francisco de Sales, patrono de los periodistas, y en esta semana, la entrega de los Premios «Bravo», otorgados por la Comisión Episcopal de Medios de Comunicación Social. San Francisco de Sales se distinguió por decir la verdad con elegancia y sin herir a nadie, por hacer llegar de forma original la Palabra de Dios a los alejados con sencilla hojas que repartía por las casas. No buscaba el morbo sino la transmisión de la verdad del Evangelio.
Buena fecha y buena celebración, para recordar la silueta de un periodista que va ya camino de los altares: Manuel Lozano Garrido. Lolo, como era conocido familiarmente, nació en Linares en 1920 y murió en la misma ciudad el 3 de noviembre de 1971. En su juventud, caracterizada por una alegría juvenil y contagiosa, se inscribió en la Acción Católica, donde fue un miembro activo y elegido para diversos cargos directivos. Desde su adolescencia, la vocación de Lolo era el periodismo. Por eso, escribió entonces: «Jóvenes de Acción Católica, ¿qué os parece? ¿No creéis que si cada uno de nosotros tuviéramos un micrófono de Cristo, no sería ello el mejor y más valiente de sus adelantados?».
Cuando la enfermedad y la invalidez total cambian su vida, desde su sillón de ruedas se convierte en escritor y periodista fecundo, con nueve libros, centenares de articulos en la prensa, preciosas oraciones, que dictaba en una magnetófono, dada su invalidez y posterior ceguera. Su casa se convierte en centro de orientación, de alegría y de vocación para muchísimos jóvenes con grupos de oración por la prensa y la fundación de la obra Sinaí, dedicada a los enfermos.
En diciembre del 2007, Benedicto XVI declaró a Lolo, Venerable, «porque la enfermedad era la causa de su santificación, el sufrimiento era su cátedra». Y el pasado 29 de septiembre del 2009, la comisión de cardenales aprueba como milagrosa la curación de un niño por la intercesión del Venerable Manuel Lozano Garrido, Lolo. Se trata de un paso decisivo en el proceso de su beatificación. Ahora sólo queda que Benedicto XVI apruebe la promulgación del decreto de reconocimiento del milagro para que el «periodista en silla de ruedas» pueda ser elevado a la gloria de los altares.
Hace poco, la BAC, en su sección de Biografías, ha publicado un libro que lleva por titulo «Lolo, una vida a ras de suelo», escrito por Juan Rubio, director del semanario de información religiosa «Vida Nueva». Sus páginas se abren a la vida y a la obra de Lozano Garrido, con emoción y unción, con tanto entusiasmo como admiración, pero sobre todo, con esa alegría de haber encontrado a un compañero excepcional, un santo para la profesión periodística, que vislumbró así la cercanía de su muerte: «Golondrina, te vas antes de que caigan sobre los cristales los grandes goterones del invierno y no conoces el dolor que pudriese un hombre, como el grano en lo hondo y escondido, no conoces lo que es que la frente se anubarre como el cielo y Dios parezca que se va lejos, muy lejos, casi tanto o más que tú, esfumándose en la distancia, ni que te sientas criatura a secas, pobre, áspera y crujiente, como una vasija, recién cocida.. Por eso, aquí, hoy, mi abierto mensaje, tan corto y humilde como un telegrama. Golondrina: todos los días, sin faltar uno, recuérdame la primavera y ayúdame a rezar cada mañana la hermosa letanía de la esperanza».