Artículo publicado hoy en el Diario Ideal, edición de Jaén, página 27
La historia, maestra de la vida, nos enseña que cuando una institución, privada o pública, olvida a sus ancestros, a los fundadores y a los grandes maestros habidos en su seno, esa creación humana cae en picado camino de pegarse un tortazo irrecuperable. Tras los grandes años que trajeron el Concilio Vaticano II, tras las oleadas de entusiasmo levantadas por aquel ventarrón del Espíritu Santo a lo largo y ancho de toda la Iglesia Católica, parecía que aquello duraría tanto en el tiempo y en el espacio casi para siempre. Ahora, al paso, de los años, vemos que fuimos cegados por un espejismo mágico que, gracias a Dios, nos ha devuelto a la dura realidad dentro y fuera de la Iglesia Católica.
Hubo un enorme error: la devoción mariana se escondió a los fieles católicos, a pesar del excelente documento, metido en uno de los documentos conciliares, donde se exaltó el papel y la función maternal de la Virgen María dentro de la economía de la salvación, orquestada, desde la eternidad por Dios Padre, realizada y protagonizada por Jesús, el Hijo de María, y santificada por la presencia del Espíritu Santo.
Aún recuerdo, las lágrimas de algunos ancianos cofrades quejosos de curas poco amigos de la imagen mariana del pueblo, a la cual la quitaron del altar mayor y la escondieron entre la sacristía y el trastero parroquial. Este factor influyó más de lo que nos creemos en la fe del pueblo sencillo, que durante siglos había mirado a su patrona como la medianera de todas las gracias derramadas por Dios sobre sus fieles devotos.
Nació, por entonces, el apoderamiento de las fuerzas nacientes de la política y de otras ideologías, quienes de manera sabionda se pusieron al frente de las advocaciones marianas, que los pastores consideraban superadas por los documentos conciliares. La cultura municipal tomó posesión de romerías, ermitas, procesiones y demás concentraciones humanas para ponerse medallas, portar varas de mando cofradiero, y sacarse unas fotos que miradas desde ahora dan risa floja, por no llorar al encontrar a personas haciendo un teatro cutre y cateto.
La Patrona de Jaén, la Santísima Virgen de la Capilla, no pasó por aquella epidemia de sarampión mariano. Hubo pastores y fieles devotos que mantuvieron el mástil y las velas para que la barca no se la llevaran los embates de aquellos años. Los logros de entonces brillaron en la creación de la Academia Bibliográfico Mariana Virgen de la Capilla, en el levantamiento de la Casa Museo de nuestra Patrona, en la apertura al exterior de las Rejas de la Capilla, en el aumento pastoral de la devoción al nombre de Capilla entregando una lámina con la imagen sagrada a todos los padres, que llevaban a bautizar a sus hijos a la feligresía de San Ildefonso, a la convocatoria de las Asambleas Marianas que organizó y llevó a cabo la Academia por varios lugares comarcales de la provincia. ¿Fue esta singularidad una gracia alcanzada por María al Señor para evitar que nuestra devoción mariana estuviera mancillada como otras patronas?. Cada día que pasa, estoy más convencido de esta verdad. Cada 11 de junio, fiesta de la Virgen de la Capilla, actualizo esta convicción y hoy la pongo por escrito para perpetua memoria de una gracia mariana a Jaén, guarda y defendimiento de los Reinos de Castilla. María nos libró.
Tomás de la Torre Lendínez.