La muerte lleva desengaño a la mente humana. Por el contrario, la vida ilumina el porvenir y nos abre a la esperanza.
¿Cómo es posible que personas y sociedades persigan a la vida y especialmente la vida humana? “¿Y qué lleva al hombre a rechazar la vida? Son los ídolos de este mundo: el dinero –mejor deshacerse de esto, porque costará- el poder y el éxito. Estos son parámetros incorrectos para valorar la vida. ¿Cuál es la única medida auténtica de la vida? ¡Es el amor, el amor con el que Dios la ama! El amor con el que Dios ama la vida. El amor con que Dios ama a toda vida humana”.
Esta Palabra sagrada del Decálogo, se sustenta en que Dios es «Amigo de la vida». De hecho, en la creación dedica dos días a crear los elementos donde asentar la vida y cuatro a crear los seres varios, especialmente al hombre. La vida en sus distintas escalas debe ser cuidada por el hombre desde el primer momento de su ser. Es una encomienda que el Señor hace al hombre con especial empeño.
Que Dios tiene especial cuidado por la vida del hombre se muestra en el relato de Caín y Abel. La preocupación por Abel le descubre a Caín. La vida del hombre es sagrada. Cuando Caín teme por su vida por el crimen cometido, Dios le dice estas hermosas palabras: “«El que mate a Caín lo pagará siete veces». Y el señor puso una señal a Caín para que, si alguien lo encontraba, no lo matase”.
Y porque la vida del hombre es valiosa Cristo se hizo hombre abrazando la debilidad y el dolor. Cualquier situación en que pueda encontrarse el hombre ha sido ha sido vivido por Jesús hecho hombre. El hombre es valioso es tan valioso para Él que no tuvo reparo en entregarse al suplicio de la Cruz por él.
Por eso nosotros debemos acoger la vida humana con tanto amor. Así somos acogidos por Él: “Vale la pena acoger toda vida, porque cada hombre vale la sangre de Cristo mismo. ¡No se puede despreciar lo que Dios ha amado tanto!
Debemos decirles a los hombres y mujeres del mundo: ¡No despreciéis la vida! La vida de los demás, pero también la suya, porque el mandamiento también es válido para eso: «No matarás». A muchos jóvenes se les debe decir: ¡no despreciéis vuestra existencia! ¡Dejad de despreciar la obra de Dios! ¡Tú eres una obra de Dios! ¡No te subestimes, no te desprecies con adiciones que te arruinarán y te llevarán a la muerte!
Nadie mide la vida de acuerdo con los engaños de este mundo, pero que cada uno se acepte a sí mismo y a los demás en nombre del Padre que nos creó. Él es «un amante de la vida»: esto es hermoso, «Dios es amante de la vida». Y todos somos tan queridos por él que ha enviado a su Hijo por nosotros. Porque dice el Evangelio: «porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito para que todo el que cree en él no perezca sino que tenga vida eterna»”.