El título del ensayo, aunque pueda sonar triunfalista o demasiado subjetivo considerando que el que esto escribe encontró la fe gracias a la obra de “Introducción al cristianismo” de Ratzinger, parte de un análisis objetivo. El que descalifica a Benedicto XVI se debe a que nunca lo ha leído o que se ha quedado en lo que dicen que dijo que viene siendo lo mismo. Todo el que se acerque a su vida y obra con un mínimo de honestidad intelectual, aún en medio del comprensible escepticismo que se puede tener ante una figura que apenas se va conociendo, encontrará que no se trata de un “rígido”, “cerrado” o de un “panzer cardinal” como se la ha etiquetado en muchos de artículos y no pocos documentales, sino de un hombre de fe, cultura, realismo y sentido práctico. Fe, porque su dimensión teológica no está desligada de su experiencia de Dios; cultura porque cuenta con un panorama intelectual muy amplio e integrado en materias muy variadas entre sí; realismo porque supo ver y combatir el sistema de encubrimiento que tanto daño hizo a las víctimas de los abusos sexuales cometidos por miembros de la Iglesia y sentido práctico porque su obra nos da claves para poder volver a la raíz y ser una minoría creativa capaz de vivir y relanzar el Evangelio.
El Papa Francisco nos ha recordado la importancia del legado del Papa Benedicto XVI y tiene razón en hacerlo porque con ello nos invita a la memoria agradecida y, al mismo tiempo, a dar a conocer su pensamiento.
La conclusión es que Benedicto XVI es un grande y lo es porque muchos jóvenes están encontrando en sus libros las respuestas que buscaban. Es un maestro a distancia y lo seguirá siendo porque su obra es capaz de ir a la raíz de los grandes dilemas y de las preguntas existenciales que son propias del ser humano. Ratzinger nos ha dado la claridad necesaria para fortalecer nuestra identidad como católicos en la vida pública. En medio de una realidad confusa, incluso en los puntos más elementales de nuestra fe, viene como chaleco salvavidas.
Ahora bien, si es tan valioso su aporte, ¿por qué se le critica una y otra vez? La respuesta es sencilla: estorba. Sí, estorba. ¿La razón? Muchos que abogaban por un modelo de ruptura entre pastoral y doctrina, entre formación y cercanía, han visto como se quedan sin nadie. Los jóvenes no quieren ese enfoque. En cambio, el “modelo Benedicto”; es decir, el de la hermenéutica de la continuidad, el que realmente pidió el Concilio Vaticano II, el que no ve oposición entre pastoral y doctrina, sino más bien un complemento clave es justamente el que está atrayendo a las personas de vuelta. Dicho en otras palabras, ¡el que funciona! Resulta que, después de todo, Benedicto tuvo razón y eso es algo que para muchos, incluso dentro de la Iglesia, no es fácil de digerir.
En síntesis, vale la pena profundizar en el aporte de Benedicto XVI. Las personas que se dedican a la formación católica de las nuevas generaciones deben estudiarlo. Al hacerlo, encontrarán un sinnúmero de herramientas para poder responder asertivamente a los planteamientos que la realidad actual les presente.