[Detalle de foto de grupo de peregrinos. En el centro el obispo de Segovia. A su izquierda, el beato José Polo. A la derecha, el procurador general de Tierra Santa].

El segundo tomo de la vida y el martirio del beato José Polo Benito nos lleva a recorrer la Tierra Santa y otros lugares de peregrinación de los años 20 y 30 del siglo XX. Recogemos para dejarnos llevar por su pluma los artículos que publicó sobre todo en ABC y en El Castellano de Toledo.

Una segunda parte es para recorrer visualmente todo lo expuesto en la primera parte del libro. Es impresionante la cantidad de fotografías, se cuentan por cientos, que poseía en su archivo personal. Como sorprendente es que se haya conservado. Lógicamente hemos tenido que hacer una selección.

La tercera parte de este tomo en una miscelánea de artículos variados.

Aquí el tomo segundo para DESCARGAR GRATUITAMENTEtomo_II.pdf

Y seguidamente la crítica que realizó Martín Ibarra al segundo tomo de esta trilogía.

Jorge López Teulón, Beato José Polo Benito. Tomo segundo. Tierra Santa – Peregrinaciones – Miscelánea de artículos, Talavera de la Reina 2023, 399 págs.

En este segundo tomo, López Teulón nos ofrece una selección de artículos publicados por el beato Polo Benito, sobre todo en ABC y en El Castellano de Toledo, además como las crónicas de las peregrinaciones realizadas a Tierra Santa, organizadas por el Patronato Pro Jerusalén, del que Polo era miembro de su Junta Directiva.

Esta es la estructura del libro: Patronato de Jerusalén (13), Tierra Santa y Roma (17), artículos en el ABC y El Castellano (45), Del archivo fotográfico del beato José Polo (213), Artículos en el ABC y El Castellano sobre temas variados (247), Un colaborador de ABC a los altares (381). Pulcramente editado, con numerosísimas ilustraciones y fotografías en una tinta o a todo color, el autor nos muestra quién era este sacerdote, en esta época deán de Toledo y sus actividades variadísimas.

Las fotografías son sugerentes y oportunas. No podemos menos que mencionar tres de las primeras y dos de las últimas. Una es de la peregrinación de fray Zacarías Martínez, obispo de Vitoria a Tierra Santa, en la que aparece también el obispo de Cuenca, beato Cruz Laplana (13). La segunda, en la cubierta del barco antes del inicio del viaje a Tierra Santa en marzo de 1934, en el que se ve a Polo Benito a la izquierda y en el centro a Manuel Irurita Almandoz, obispo de Barcelona, que acudió al puerto a despedir a los peregrinos (17). La tercera, una fotografía en el barco, que lleva como pie: “Grupo de cruzados de Toledo”, en la que se ven a sacerdotes -entre ellos el beato Polo- y laicos. En la cuarta se le ve durante la avería de un coche y en la quinta, cómo una yunta de bueyes ayuda a sacar el coche, tras colocar unos tablones, en una zona encharcada (379). En la portada aparece un grupo en la portada de la basílica de Nuestra Señora del Rosario de Lourdes, con el beato Polo Benito a la derecha del obispo auxiliar de Toledo. En su solapa, un grupo de peregrinos, con el obispo de Segovia en el centro, el procurador general de Tierra Santa a su derecha y Polo Benito a su izquierda. La fotografía de la contraportada nos muestra a los peregrinos ante la columnata de Bernini de la plaza de San Pedro, en la ciudad del Vaticano (Roma). En la foto anterior, don José Polo desayunando en la cubierta de un barco.

1. Una visión católica de la vida y de la historia.

Los artículos de Polo Benito son variadísimos. Hay en ellos crónicas de lo visitado en las peregrinaciones, con numerosas fotografías. En todos ellos va dando su visión de las cosas, una visión de sacerdote católico. Se observa un deseo de salvaguardar y rehacer la cultura cristiana, la presencia católica en cada uno de nosotros y en el mundo. Sus opiniones, en ocasiones, nos pueden chocar. Eran otros tiempos, evidentemente, pero la Fe y el Credo son los mismos.

Nos sorprende todo lo relacionado con las excavaciones arqueológicas (30-3), de las que recibió información de primera mano de los directores o de los guías.

Es profundo y valiente en sus análisis. Hablando sobre el “Camino de Santiago”, de 24-VII-1932, repasa sobre quién era el apóstol, sobre los que “so capa de secularización y laicismo, aspiran a descatolizar a España, despojándola de su carácter”. “Producto de la vil conspiración fue aquella “leyenda negra”, sucio montón de calumnias, que barrió para siempre la pluma de Lunmis y de Julián Juderías” (69).

En la crónica de la ruta a Tierra Santa, publica en julio de 1933 unas fotografías en las que se ve a los sacerdotes revestidos con una procesión eucarística en la cubierta del barco. Y comenta: “Aquí puede vocearse la realeza de Cristo y la del papa sin que nadie rasgue escandalizado las vestiduras, ni se impongan sanciones pecuniarias. Con discreto silencio escuchaban nuestro canto los judíos que, expulsados de Alemania, marchan con rumbo a Palestina en busca de tranquilidad, al abrigo del hogar nacional. En todas las manifestaciones de esta singular convivencia sobre la casa flotante del barco, se advierte un profundo respeto al sentimiento religioso” (73).

En el artículo escrito en Damasco en mayo de 1933, “Al desembarcar en Alejandría”, hace una observación precisa: “El método colonizador que en Palestina emplea Inglaterra como el que Francia practica en Siria, es de tono fuertemente militarista. Soldados ingleses en todas partes, hasta en el Santo Sepulcro de Jerusalén, por donde pasean con el casco sobre la cabeza, gendarmes franceses y castilletes de guardia y observación en trecho por los caminos de Siria. Aquel sistema de colonización española consagrado en las leyes de las Indias, que era cruzamiento de sangre, de espíritu y de idioma, es por acá desconocido o, cuando menos, desusado” (87).

En el artículo que escribe en el barco Providence en 1933, titulado “Misa en los Dardanelos” sale al paso de los minutos de silencio que se guardan en recuerdo de los fallecidos y se pregunta: “¿por qué no celebrar una misa a intención de los soldados y marinos?” Desde Constantinopla, dan media vuelta y se dirigen al puerto del Pireo y a Atenas, donde son recibidos por el arzobispo Filippuci en la catedral, quien bendijo a los peregrinos y “enlazó amorosa las tribulaciones de nuestro país con las inquietudes del suyo. Animoso y optimista nos invitó al trabajo de la recristianización. Treinta mil católicos –nos decía- luchan aquí contra el cisma todavía predominante” (93).

En “Viaje de piedad filial y de emoción religiosa” narra la llegada de los peregrinos españoles a Roma, con un encuentro con el Papa. “Habrá que ponderar lo ardoroso y emocionante del momento en que Pío XI, acompañado de los prelados de Valencia, Vitoria, Ciudad Real, Vich y Tuy, de los gentiles-hombres y con la escolta de zuavos y gendarmes hizo su aparición ante los peregrinos. Uno por uno fue el padre pasando por delante de sus hijos de España, mostrando para con todos, singular predilección” (100). Después, les habló. “Otra idea, cuyo desenvolvimiento y aplicación a la realidad es menester fijar, quedó plasmada en la frase “hay que esperar contra la misma esperanza”, y finalmente, la que salida de las entrañas de corazón paternal a ninguno por duro que sea, dejará de conmover la “oración por nuestros enemigos”. Como Cristo su vicario ruega por los que le maltratan” (101).

    [En Tierra Santa lógicamente hay una reliquia ex ossibus del mártir].

La crónica del día central del Año Santo, publicada en ABC el 21-VI-1933 es expresiva. Los peregrinos llegan a la plaza en medio de una gran muchedumbre. “Por primera vez, después del Pacto de Letrán, la gendarmería pontificia daba guardia en la parte interior de la columnata, mientras por la exterior, en prueba de alianza y argumento de debida protección, las tropas del Gobierno italiano rondaban el sagrado circuito” (102). “Con todas va España, aunque el Gobierno les persiga y menosprecie, pues sobre la parcialidad del sectarismo se elevará siempre la acción bienhechora de los esfuerzos monacales” (103).

En el artículo “Frailes y caballeros en Asís”, de 29-X-1933, explica cómo san Francisco estuvo en Tierra Santa y cómo el sultán le dio un salvoconducto para poder circular libremente. “De esta suerte, mientras la cruzada de las armas, vencida y rota, se deshacía en los mares de Oriente, nacía la cruzada de la predicación y las plegarias, que entre heroicidades de generosidad y abnegación ha mantenido viva la llama” (114).

La actualidad pesa mucho en sus comentarios, lo mismo que la esperanza. Resulta premonitorio su artículo de 21-V-1936, “Jueves de la Ascensión”. Después de censurar a las democracias socializantes, dice que la Iglesia Católica se ha mantenido pese a los cismas, las herejías y las persecuciones. “Cabalmente, la única libertad que a través de veinte siglos ha superado todas las esclavitudes y vencido todas las tiranías, fue la del verbo de Dios. Saltó con la sangre de los mártires sobre la barbarie de las persecuciones romanas, la hicieron triunfar los doctores del error y de la apostasía y cuando los desmanes cesaristas impusieron silencio al sacerdocio, por él hablaron sus obras. Contra esta libertad bajada del cielo, jamás prevalecieron los poderes de la tierra. Ni prevalecerán en lo porvenir” (210).

Polo Benito da su opinión sobre temas muy diversos, muchos de ellos con sumo acierto. En la sección de Acción Católica en el mundo, en el artículo “Hechos y números” de 1924 afirma categórico: “El movimiento de estridencia revolucionaria promovido por los Ku Klux Kan, ¿qué es en el fondo sino la reacción de los protestantes ante las conquistas triunfantes del catolicismo?” (267). En el año 1926 publica “Internacional de Arte cinematográfico”, en la que expone ideas de simple sentido común. “Todavía acaece en España algo de lo que con respecto a Italia ha advertido Luis Rusticucci, de entre 500 programas cinematográficos que analizó, hubo de encontrarse en 200 con escenas de homicidio realizado en las más diversas formas (…) Un curso completo de criminología comparada” (285). En marzo de 1930 escribe “El deber de España frente a la persecución religiosa en Rusia”. Con numerosos datos, ofrece aquello que unos años más tarde se va a dar en la República española: “La escuela, el cine, la radio y el teatro son los instrumentos que se utilizan para envenenar el cerebro y el alma de los niños. Los sacerdotes son encarcelados y muertos, sin proceso ni forma legal”. “Bien puede juzgarse lo que sería Europa si las teorías comunistas lograran implantarse” (310-1).

2. La libertad debe más a los mártires que a los revolucionarios.

Con este libro, López Teulón continúa su ardua empresa de dar a conocer a los mártires de la archidiócesis de Toledo y de la diócesis de Ávila. Con este segundo tomo del beato José Polo Benito, mostrando de manera ágil muchos de sus artículos, de sus fotografías y algunas de las peregrinaciones en las que participó, comprendemos mucho mejor al deán de Toledo, sí. Pero con él, a muchos de los católicos de aquel momento que, como él, acabaron siendo mártires.

Sus notas explicativas, suficientes, complementan la información ofrecida. Los textos al pie de las fotografías son de una gran ayuda.

Con claridad se expresó Polo Benito en un artículo de septiembre de 1935 titulado “La cruz de España”: “Cruz y anticruz en todos los trances decisivos. La disyuntiva rechaza el término medio como producto sin género ni naturaleza definida. De aquí la caída vertical, como ahora dicen, y el rotundo fracaso del laicismo, artificio ideológico que al contacto con las realidades se rompe y se deshace”. Para finalizar: “Siempre el destino tradicional de país de cruzada” (369).

Terminamos esta reseña con el artículo de monseñor Antonio Cañizares, arzobispo de Toledo, “Un colaborador de ABC en los altares” en septiembre de 2007, un mes antes de su beatificación. Cita a J. Ratzinger –Benedicto XVI-: “El cristianismo no comenzó con un revolucionario, sino con un mártir. El plus de libertad que debe la humanidad a los mártires es infinitamente mayor que el que le hayan podido aportar los revolucionarios” (395).

Martín Ibarra Benlloch.

Pueyo de Santa Cruz (Huesca), 9-V-2024.