Sabemos que la Santa Misa tiene dos partes, la celebración de la palabra y la Acción de Gracias o Plegaria Eucarística. Lo que constituye propiamente la Eucaristía es esta segunda parte. La primera se puede celebrar independientemente; es lo que se llama Celebración de La Palabra. Actualmente donde no llega la acción del Sacerdote, Alguna persona, convenientemente preparada y con autorización del Obispo, puede realizarla. Termina con la Comunión.
La Plegaria Eucarística se compone de varias partes: “En primer lugar está el Prefacio, que es una acción de gracias por los dones de Dios, en particular por el envío de su Hijo al mundo como Salvador. El Prefacio concluye con la aclamación del «Santo», normalmente cantada. Es bonito cantar el «Santo»: «Santo, Santo, Santo el Señor». Es bonito cantarlo. Toda la Asamblea une la propia voz a la de los ángeles y los santos para alabar y glorificar a Dios”.
Luego el Celebrante inicia la oración: “El Sacerdote pronuncia la oración en voz alta, en nombre de todos los presentes dirigiéndose al Padre por medio de Jesucristo en el Espíritu Santo. «El sentido de esta oración es que toda la asamblea de los fieles se una con Cristo en la confesión de las maravillas de Dios y en la ofrenda del sacrificio»”.
Existen varias plegarias eucarísticas, todas hermosas. “Invocamos al Espíritu para que venga y en pan y el vino este Jesús. La acción del Espíritu Santo y la eficacia de las mismas palabras de Cristo pronunciadas por el sacerdote, hacen realmente presente, bajo las especies del pan y del vino, su Cuerpo y su Sangre, su sacrificio ofrecido en la en la cruz de una vez por todas”.
El Sacramento de la Eucaristía ha sido siempre el sacramento de la fe; lo expresamos con la aclamación después de la Consagración. “El sacerdote dice: «Misterio de la fe» y nosotros respondemos con una aclamación. Celebrando el memorial de la muerte y resurrección del Señor; en la espera de su regreso glorioso, la Iglesia ofrece al padre el sacrificio que reconcilia cielo y tierra: ofrece el sacrifico pascual de Cristo ofreciéndose con Él y pidiendo, en virtud del Espíritu Santo, convertirse «en Cristo, en un solo cuerpo y un solo espíritu»”.
El Sacerdote abre sus brazos y ora. La iglesia oraba por Pedro encarcelado. “La oración eucarística pide a Dios reunir a todos sus hijos en la perfección del amor, en unión con el Papa y el Obispo, mencionados por su nombre, signo de que celebramos en comunión con la Iglesia universal y con la Iglesia particular. La súplica, como la ofrenda, es presenta a Dios por todos los miembros de la Iglesia, vivos y difuntos, en espera de la beata esperanza para compartir la herencia eterna del cielo con la Virgen María. Nada ni nadie es olvidado en la oración eucarística, sino que cada cosa es reconducida a Dios, como recuerda la doxología que la concluye. Nadie es olvidado”.
La Misa no se paga, tiene valor infinito. Se puede hacer una ofrenda como reconocimiento al Celebrante.
La Plegaria Eucarística nos manifiesta tres aspectos especialmente: “Primera, aprender a «dar gracias, siempre y en todo lugar» y no solo en ciertas ocasiones, cuando todo va bien., segunda, hacer de nuestra vida un don de amor, libre y gratuito.; tercera, construir una concreta comunión, en la Iglesia y con todos. Por lo tanto, esta oración central de la Misa nos educa, poco a poco, en hacer de nuestra vida una «eucaristía» es decir, una acción de gracias.