Los niños de la concha (El Niño Jesús con San Juan Bautista) de Bartolomé Esteban Murillo (c. 1670)
Se celebra en este domingo la solemnidad del nacimiento de Juan, el Bautista, tres meses después de la Anunciación del Señor (25 marzo) y seis meses antes de la fiesta de Navidad (25 diciembre). La liturgia de la Iglesia festeja solamente el nacimiento de Jesucristo y el de Juan. El primero se celebra coincidiendo con el solsticio de invierno; el segundo, en el solsticio de verano. ¿Por qué? Como decía San Agustín, el solsticio de verano señala la disminución de las horas solares en el día; y parece una confirmación cósmica de las palabras del Bautista: Jesús debe crecer y yo menguar (Jn 3, 30). Los cristianos aprovecharon este fenómeno solar para significar la realidad teológica: la misión del profeta Juan prepara la misión de Jesucristo.
La figura de Juan el Bautista ha tenido siempre gran importancia en las celebraciones de la Iglesia. Juan fue designado por Dios, desde el seno materno, no solo para ser la voz que clama en el desierto y preparar la llegada inminente de Cristo, sino también para presentar a Jesús como el Cordero de Dios ante el pueblo de Israel. Así lo decimos en la Santa Misa con sus palabras: Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Los acontecimientos que se desarrollan en la concepción y nacimiento de Juan el Bautista hacen ya presagiar su importancia como precursor del Mesías esperado.
Aquellos se preguntaban: ¿Qué va a ser de este niño? Porque la mano de Dios estaba con él. Cuando llegó Juan el Bautista, el pueblo ya casi pensaba que eso de los profetas había terminado, que eran una raza extinguida. Cuando más adelante se presente ante el pueblo, precisamente para llevarnos a todos a Jesús, habrán transcurrido ya 500 años desde que Zacarías había descrito la ruina de los grandes imperios que caerían pulverizados ante la gloria futura del pueblo elegido. Israel clamaba con las palabras del Salmo 74: Ya no vemos prodigios en nuestro favor. Ya no hay ningún profeta. Ya no hay nadie entre nosotros que sepa hasta cuándo. Y se preguntaban hasta cuándo iba a durar la humillación de Israel, hasta cuándo iba Dios a olvidarse de los suyos. Casi habían perdido la esperanza. Recordaban que Malaquías había anunciado en el nombre de Dios: Enviaré a mi mensajero y él preparará el camino delante de mí. Ya viene, ya ha llegado, ha dicho Dios fuerte. Ya llega su luz, abrasadora como un horno. Los orgullosos y los malvados serán como el rastrojo y la luz que llegue los devorará con su fuego (Mal 3,1; 4,1).
Eso es lo que traía Juan para nosotros: fuego que calentase el corazón, que preparase las conciencias ante la venida del que ya estaba entre nosotros.
A lo largo del año, no solamente con esta fiesta y después con la que se celebra el 29 de agosto, del martirio de Juan Bautista, hay otros momentos en los que aparece este personaje tan importante que prepara al Mesías. Así lo vemos en el tiempo del Adviento: Voz que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor. Así lo vemos en la fiesta de la Visitación, con ese encuentro hermosísimo de las dos mujeres. Así se nos insiste en que tenemos que actuar todos según el trato íntimo con Dios, para llevar la Palabra a los hombres.
Por eso en este día, cuando la liturgia nos ofrece celebrar esta solemnidad, tenemos que preguntarnos[1]:
¿Quién es Juan Bautista?
Es, ante todo, un creyente comprometido personalmente en un exigente camino espiritual, fundado en la escucha atenta y constante de la palabra de salvación. Además, testimonia un estilo de vida desprendido y pobre; demuestra gran valentía al proclamar a todos la voluntad de Dios, hasta sus últimas consecuencias. No cede a la tentación fácil de desempeñar un papel destacado, sino que, con humildad, se abaja a sí mismo para enaltecer a Jesús. Como Juan Bautista, también el apóstol está llamado a indicar en Jesús al Mesías esperado, al Cristo. Tiene como misión invitar a fijar la mirada en Jesús y a seguirlo, porque solo Él es el Maestro, el Señor, el Salvador. Como el Precursor, el apóstol no debe enaltecerse a sí mismo, sino a Cristo. Todo está orientado a Él: a su venida, a su presencia y a su misterio.
El apóstol debe ser voz que remite a la Palabra, amigo que guía hacia el Esposo. Y, sin embargo, como Juan, también él es, en cierto sentido, indispensable, porque la experiencia de fe necesita siempre un mediador, que sea al mismo tiempo testigo. ¿Quién de nosotros no da gracias al Señor por un valioso catequista -sacerdote, religioso, religiosa o laico-, de quien se siente deudor por la primera exposición orgánica y comprometedora del misterio cristiano?
¡Cuántos sacerdotes habrán pasado por nuestra vida! A veces repetimos aquella oración pidiendo por el sacerdote que nos bautizó, por el sacerdote que por primera vez nos dio el Cuerpo de Cristo, por tantos sacerdotes como han celebrado para nosotros la Santa Misa y nos han dado el sacramento de la Reconciliación. ¡Cuántos catequistas, cuántas religiosas nos han dado testimonio por su entrega caritativa o por su apostolado!
Vuestra labor es muy necesaria y exige vuestra fidelidad constante a Cristo y a la Iglesia. En efecto, todos los fieles tienen derecho a recibir de quienes, por oficio o mandato, son responsables de la catequesis y de la predicación respuestas no subjetivas, sino conformes al Magisterio constante de la Iglesia y a la fe enseñada desde siempre autorizadamente por cuantos han sido constituidos maestros y vivida de modo ejemplar por los santos.
Pero no basta el conocimiento intelectual de Cristo y de su Evangelio. En efecto, creer en Él significa seguirlo. Por eso debemos ir a la escuela de los Apóstoles, de los confesores de la fe, de los santos y de las santas de todos los tiempos, que han contribuido a difundir y hacer amar el nombre de Cristo, mediante el testimonio de una vida entregada generosa y gozosamente por Él y por los hermanos.
Escribe el místico poeta trapense Thomas Merton:
San Juan no ha nacido.
Despierta en el seno materno.
Salta a los ecos del descubrimiento.
Canta en tu celda, menudo anacoreta.
¿Cómo la viste en la ciega tiniebla,
oh gozo quemante?
¡Qué mares de vida plantó aquella voz!
Se refiere al encuentro de María con Isabel, al momento en que Juan brinca en el seno de la prima de la Virgen Santísima, al oír cómo María trae al Salvador. Y al querer, ya en el seno de su madre, establecerse él como Precursor que anuncia que ya viene, que ya está entre nosotros. Es el Señor que viene a salvarnos.
Esta es la actitud que Juan Bautista nos enseña hoy a todos, la actitud que la Iglesia en este día quiere recordarnos. Este es el testimonio de aquellos que se olvidan de sí para llevar a Dios a los demás, para ser la voz que clama; muchas veces en el desierto de nuestra sociedad, entre aquellos que no quieren saber nada de Dios, que viven muy a gusto en el egoísmo, en el materialismo consumista, en todo aquello que les hace ser temporalmente felices.
Y por eso nosotros, como Juan, tenemos que levantar la voz para indicar dónde está la verdad, para llevar a los demás al único Camino, a la única Verdad, a la única Vida.
Pidamos a la Santísima Virgen María, a la que celebramos este miércoles bajo la advocación del Perpetuo Socorro, saber encontrarnos con su Hijo, sabernos dejar llevar por el ejemplo de los santos, de aquellos que nos ayudan a crecer en la fe para vivir en Cristo.
En esta fiesta no es lo importante Juan. Lo importante es que él nos repite: Acudid a Jesús, escuchad su Palabra, recibid el Bautismo verdadero. Yo bautizo con agua. Él bautizará con espíritu y con fuego.
Pidamos ese fuego para nuestro corazón; salgamos de esa dormición espiritual en que muchas veces vivimos; vayamos al encuentro de los otros y busquemos encontrarnos nosotros con Cristo para que Él cambie nuestro corazón y sepamos, como Juan, olvidarnos de nosotros mismos y dar la vida.
PINCELADA MARTIRIAL
El beato Juan Bautista Faubel Cano nació el 3 de enero de 1889 en Lliria (Valencia), estaba casado con Patrocinio Beatriz Olba Martínez y tuvo tres hijos: Patrocinio, Josefina y Juan Bautista. Regentó la Manufactura Pirotécnica Edetana, llamada hoy Pirotécnica Faubel S.L. y dirigida por su nieto Juan Bautista Faubel Barrachina.
PIROTÉCNICO
Juan Bautista Faubel Cano fue un pirotécnico adelantado a su época. Publicó, incluso, un folleto publicitario que él mismo redactó y que da una buena idea de su calidad artística.
En dicho folleto el actual beato escribió la industria pirotécnica, que es todo arte, es en extremo complicada ya que en ella entra además de la inventiva del artista, la química, la física y la mecánica. Y en referencia a la tradición pirotécnica valenciana, añade: por la esplendidez de su sol mediterráneo, su temperatura y su clima esta región es digna de ser una antesala del paraíso", en la que la más pequeña fiesta tiene como final una traca con su correspondiente castillo de fuegos artificiales.
En los artículos publicados con motivo de su beatificación en 2001, su nieto Juan Bautista Faubel Barrachina, destaca: no tenemos muchos datos sobre su vida, ya que su muerte, y sobre todo las circunstancias de la misma, calaron muy hondo en la familia y era un asunto que se ha procurado evitar para no revivir recuerdos penosos. Sin embargo, la familia ha guardado celosamente algunos dibujos de los cuadros luminosos que hiciera el actual beato, presupuestos que indican el material que se iba a disparar (lo cual da una idea de cómo eran los castillos de la época), y las pólizas de seguros de la empresa.
Mi abuelo -prosigue su nieto Juan Bautista-, tenía todo el personal de fábrica asegurado para la fabricación y el disparo. Cabe destacar el último convenio que estableció con sus empleados; convenio que denominó «Bases de trabajo con participación en los beneficios».
Dicho documento es muy interesante. En él cabe destacar dos aspectos:
- Al no haber Seguridad Social en aquella época, les concedía a los trabajadores 7 días de paga en caso de enfermedad.
- Al final de cada año repartía entre los empleados el cincuenta por ciento de los beneficios proporcionalmente al tiempo que hubieran trabajado en la empresa.
MARTIRIO
Llevado por su fuerte formación católica fundó la Derecha Regional Valenciana cuando comenzó la persecución republicana contra la Iglesia. Juan Bautista no cejó en declarar su fe en los momentos más dramáticos de su vida, incluso cuando fue torturado por este hecho. El 6 de agosto de 1936, a la una de la madrugada, llegaron a su casa milicianos armados; lo detuvieron utilizando el nombre de un amigo suyo para que les abriera. En ese momento, tranquilizó a su esposa recomendándole que se volviese a acostar. Llevó un crucifijo con él al penal donde fue conducido.
Su familia le visitó días después; él les comentó que fue torturado con una aguja espargatera (saquera), con la que le pincharon por todo el cuerpo. El día 28 de agosto de 1936, a él y a otros doce los sacaron de la cárcel y los llevaron a la carretera de Valencia a Ademuz (término de Paterna), donde fueron fusilados. Uno de los primeros que acudió a por el cadáver fue un empleado de su empresa pirotécnica.
https://cofradiavirgendoloreslliria.wordpress.com/beato-juan-bta-faubel-cano/
[1] San JUAN PABLO II, Homilía en el jubileo de los catequistas y profesores de religión, 10 de diciembre de 2000.