ES MUY SENCILLO 

Vi el ángel en el mármol y
 tallé hasta que lo puse en libertad.
-Miguel Ángel-

          Cuentan que un día, un buen amigo del gran Miguel Ángel, fue a visitarlo a su taller y al ver aquellos bloques de piedras transformados en admirables esculturas le preguntó:

          —¡Qué maravilla, Miguel Ángel! ¿Cómo puedes transformar esos toscos bloques graníticos en esas magníficas figuras?

         —Es muy sencillo —respondió el artista—. Se escoge un buen modelo; luego se toma un bloque de mármol y, mirando a aquel, se va quitando a este todo lo que le sobra.        

         Dicen que en eso consiste la perfección, la santidad, en dejar que Dios vaya formando la imagen de Cristo en cada uno de nosotros. Una imagen que requiere un «mármol» activo; tenemos que aportar nuestro granito de arena sabiendo que el escultor es Dios que usa una gubia penetrante y transformadora: el amor. 

         Y tenemos que luchar, cincelar, por supuesto, pero sin poner en el centro de nuestro batallar el combate a brazo partido contra el mal, sino en potenciar la energía interior que se alimenta de signos positivos, de amores, de sembrar esperanzas más que de apagar fuegos. 

         Hoy, se nos pide ser artistas prácticos e imitables que lleven a su entorno la obra de arte de hacer este mundo nuestro un poco más habitable porque ponemos cariño en todo: nuestro hogar, nuestras familias, nuestras preocupaciones, nuestros afanes... 

         Los creyentes tenemos una ayuda impagable para superar todas las dificultades: nuestra fe; esa que mueve montañas o transforma en obra de arte un tosco bloque de mármol.

          Esa fe que potencia el amor por encima de los sentimientos y nos da fuerza para seguir trabajando por encima de las consolaciones sensibles, de las vibraciones sentimentales, de las dificultades o del estado de ánimo.

          La fuerza interior se alimenta de signos positivos, de gestos de amor que no impiden la lucha, sino que, confiados en el escultor, desbrozan los impedimentos que dificultan sacar a la luz la obra de arte en que debe convertirse nuestra vida.

          Ánimo pues, hagamos el centro de nuestras existencias no la lucha contra el mal —que también— sino el amor. Te lo digo con palabras de santa Teresa de Jesús: «Cada uno es lo que es su amor. ¿Amas la tierra?, te harás tierra. ¿Amas a Dios?, te harás Dios».

          Como ves, amigo, es muy sencillo.