No me refiero a Lord Voldemort, innombrable en el mundo de Harry Potter. Aunque el tema también tenga relación con él. Hablamos de Halloween y de sus incoherencias.
La muerte es el gran enemigo al que el ser humano no ha logrado vencer. Se la combate de todas las formas posibles, y conforme la ciencia avanza, se la va postergando. Su inexorable llegada se hace, cada vez, más tardía. Y de este modo, la sociedad occidental la ha dejado aparcada en su frenética actividad, asociada a la vejez, a ese grupo improductivo e incómodo, cuyo balance de gastos e ingresos lastra a la economía estatal, del que preocupa su paulatino engrosamiento, desequilibrado con los decrecientes nacimientos. Este es un hecho a paliar, entre otras medidas, con generosas leyes eutanásicas, blanqueados y depurados campos de exterminio del siglo XXI. Eso sí, democráticos.
Volviendo al tema, la muerte se aparta a un lado. Es sumamente desagradable. Ya no se ve como algo natural, parte de la vida, de nuestra realidad humana. No se contempla nada relacionado con ella. Tampoco por supuesto la religión, tan empeñada en tratar cosas intangibles, incómodas, que vengan a cuestionarnos con sus arcaísmos incomprensibles y ridículos, hace mucho superados. Y así, nos apartamos de estos oscuros acontecimientos, y apartamos a nuestros hijos de las noticias relacionadas con ellos. Y no los llevamos a funerales, ni a cementerios, porque no queremos traumatizar su feliz infancia sin dolor con estos acontecimientos incompresibles, que desafían nuestra razón y desgarran nuestra alma.
Pero he aquí que, de repente, llega una noche en el año en la que, misteriosamente, celebramos y exaltamos todo aquello de lo que venimos huyendo el resto del año, con nuestros pequeños como protagonistas. Es la fiesta de Halloween, la celebración de la muerte y de cuanto la rodea; de la oscuridad, de los demonios, del terror, de las pesadillas. Hay quienes dicen que es una forma de ridiculizarla, de enfrentar nuestros miedos. Pero la realidad es que esos mismos miedos están bien presentes el resto del año, y que la muerte es un drama innombrable en cualquier otro día; es desesperanza y derrota. Sin embargo, ahí tenemos a nuestros hijos, disfrazados de los horrores que quisiéramos evitar para siempre en sus vidas, despertándoles interés y atracción por una oscuridad de la que no volveremos a hablarles, ni les enseñaremos a enfrentar, en todo el año.
La muerte es la puerta a la que todos llegamos; una realidad sin discusión para nadie. En Halloween, muchos celebrarán la puerta, regodeándose en ella. A los cristianos no nos interesa la puerta. El día 1 de noviembre, celebraremos lo que hay al otro lado. Porque lo hay. ¿Quieres asomarte a verlo?