Ya sé que pueden tacharme de estar poco al día, pero es ahora cuando estoy viendo la serie sobre Isabel I que emitió televisión española hace más de seis años. Reconozco que no veo la televisión habitualmente, y aunque varios compañeros me hablaron de la serie en su momento, prefería esperar a que estuviera disponible en otros formatos para verla con la periodicidad que considerara oportuno. Lo estoy haciendo ahora.
 
Reconozco que la serie está bien filmada y es atractiva de ver, incluye los elementos que garantizan una audiencia continua. Los episodios fluyen con dinamismo y el guión permite crear una esfera de intriga y pasiones que atrae mucho al espectador. En fin, se ve bien, en pocas palabras.
Pero... sí, la serie tiene peros. El más importante, a mi modo de ver, es el retrato que hace de la sociedad de su tiempo, en muchos casos transponiendo groseramente los valores que ahora se consideran de validez universal. Se me antoja especialmente desagradable la presentación que hace la serie de los cristianos en general y de los líderes eclesiásticos en particular. Hasta donde llevo visto, todos los obispos de la serie son personajes odiosos: ávidos de poder y de dinero, rencorosos, soberbios, lujuriosos, mundanos, sin ninguna referencia espiritual. ¿No había ningún eclesiástico verdaderamente cristiano en aquella época? Lo dudo, es más me parece una presentación infantil de un estamento, que con todos sus errores contribuyó a que España pasara de ser un conjunto de reinos divididos a un imperio de referencia mundial. Quizá convenga revisar el libro de Elvira Barea sobre los tópicos negros de nuestra propia historia, que asumimos sin ningún sentido crítico.
Naturalmente son muchos más los que ven series o películas que los que leen libros especializados, y esa visión negativa y simplona cala en la sensibilidad de quien está viendo un film que se presenta como histórico. En las líneas generales lo es, obviamente, digamos que en un 15% del contenido, pero el guión restante corresponde más a los prejuicios de quien lo firma que a la realidad histórica.
No es de extrañar la imagen pésima que tiene la iglesia católica en este país, pues a sus errores ciertos se le unen múltiples otros imaginados, silenciando siempre los bienes que difundió (hospitales, universidades, educación, sentido de la compasión, justicia y un largo etcétera). ¿Cuándo veremos algún clérigo honesto, amable, alegre, inteligente en una serie o película española? Cuesta creer que el catolicismo haya sido seña de identidad de un país, que tiene entre sus mayores logros haberlo difundido, no sólo como religión, sino principalmente como cultura, como valores que han construido sociedad más justas, con todos los defectos que a todos los seres humanos nos acompañan.