El Ángel de la Hora entró en la presencia del Padre. Llevaba un pergamino bajo el brazo y llegó resuelto y espabilado.
- ¡Alabado seas, mi Señor! Ya estoy aquí. He convocado también al Ángel del Abismo. Cuando Tú digas, comenzamos.
El Padre, que miraba distraído a la Tierra, se volvió hacia él. - Disculpa, estaba pensando en mis cosas. ¿Qué decías?
- Digo que Abbadón está de camino y que cuando quieras, ¡oh Señor!, podemos comenzar.
- ¿Comenzar el qué? - dijo el Padre extrañado.
El Ángel de la Hora quedó un poco confundido.
- Pues... la Hora, Señor. Ha llegado ya la hora del fin. Las trompetas, las plagas, los últimos anuncios... Según mis cálculos la humanidad ha colmado ya la copa de la cólera. Parecería que el Anticristo está ya a las puertas. La humanidad te ha dado la espalda, Gran Señor. Los hombres asesinan a sus propios hijos. Se ha cumplido lo que predijo tu Hijo: "Llegará el tiempo en que se diga: bienaventurados los vientres que no han criado y los pechos que no han amamantado" (Lc 23, 9). Se cumple también lo que dijo tu Apóstol: "Habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios ni le dieron gracias, antes bien se ofuscaron en sus razonamientos y su insensato corazón se entenebreció. jactándose de sabios se volvieron estúpidos. Sus mujeres invirtieron las relaciones naturales por otras contra la naturaleza; igualmente los hombres, abandonando el uso natural de la mujer, se abrasaron en deseos los unos por los otros, cometiendo la infamia de hombre con hombre" (Rm 1, 21ss). También advirtió: "en los últimos días sobrevendrán momentos difíciles; los hombres serán egoístas, avaros, fanfarrones, soberbios, difamadores, rebeldes a los padres, ingratos, irreligiosos, desnaturalizados, implacables, calumniadores, disolutos, despiadados, enemigos del bien, traidores, temerarios, infatuados, más amantes de los placeres que de Dios, que tendrán la apariencia de piedad, pero desmentirán su eficacia" (2 Tm 3, 1). Tu Iglesia está dividida, y además es perseguida, y la humanidad se jacta de ser atea. El Sanedrín de tus enemigos maneja ya los hilos del mundo y preparan la venida de su Señor del Mundo. Según mis cálculos es ya llegada la Hora, y por eso me he presentado ante Ti, ¡oh Señor!
- Vaya, has hecho los deberes - dijo el Padre con una sonrisa. Estás seguro de que ya es la Hora?
- Bueno - dijo el Ángel -, todo apunta a ello, ¿no?
En ese momento entró el Ángel del Abismo.
- Abbadón se presenta ante Ti, Dios de los cielos - dijo -. Ya me imaginaba que de un momento a otro sería convocado a tu presencia.
- ¿Ah sí? - repuso el Padre - ¿y eso?
- Bueno - carraspeó Abbadón -, digamos que las cosas están feas. Me imaginaba que estaba al caer el Gran Final. ¿No me has convocado por eso?
- En realidad te he convocado yo - dijo el Ángel de la Hora -. Según mis cálculos es la Hora.
El Padre se volvió de nuevo hacia la Tierra, mientras se mesaba la barba, pensativo. Pasó un instante que se hizo largo, hasta que Abbadón carraspeó. El Padre volvió en sí.
- Ah, seguís aquí - dijo -.
- Bueno, Señor, e... estamos esperando su orden. Todo está preparado.
- Ángel de la Hora, ¿qué dijo mi Apóstol Pedro en su Segunda Carta?
- Aquí lo tenía también preparado: "En los últimos días vendrán hombres llenos de sarcasmo, guiados por sus propias pasiones, que dirán en son de burla: «¿Dónde queda la promesa de su Venida?" - dijo orgulloso.
- ¿Sólo dice eso ? - repuso el Padre.
- Bueno... eso es lo que he encontrado respecto de la Hora.
- ¿Por qué no sigues leyendo?
El Ángel de la Hora alargó el pergamino y continuó leyendo.
- "No se retrasa el Señor en el cumplimiento de la promesa, como algunos lo suponen, sino que usa de paciencia con vosotros, no queriendo que algunos perezcan, sino que todos lleguen a la conversión".
Tanto él como Abbadón se quedaron sin palabras.
El Padre volvió a mirar a la Tierra con cariño y paciencia, mientras el Ángel de la Hora y el Ángel del Abismo se retiraban avergonzados de su presencia.