ESPIRITUALIDADES SANAS
A la luz de la presencia de la Santa trinidad en nosotros, existen muchos detalles que debemos rectificar. Desde mi experiencia, os puedo decir, que la convivencia con la santa Trinidad se me han aclarado realidades que he vivido, bien como un listillo gnóstico o bien como un pelagiano. En mi caso más como un pelagiano que como un sabio gnóstico. No poseo luces intelectuales para serlo.
Un ejemplo: Cuando terminé mi formación sacerdotal, la iglesia era una sociedad perfecta que podía competir con las otras sociedades. Era la más perfecta. No cabían defectos. Había que defenderla a toda costa. Ahora el Espíritu santo me ha hecho comprender esta verdad sencilla: Los que vivimos en la Iglesia de Dios somos una pandilla de pecadores amados por Jesús y guiados por el Espíritu Santo. Cualquier pecado que me digan es posible en estos pecadores. También el Amor infinito que Jesús les tiene es capaz de producir en ellos una regeneración y una inmensa santidad.
No nos vanagloriemos de cosas paganas y mundanas, aunque sean eclesiales: “Todavía hay cristianos que se empeñan en seguir otro camino: el de la justificación por las propias fuerzas, de la adoración de la voluntad humana y de la propia capacidad, que se traduce en una autocomplacencia egocéntrica y elistista privada del verdadero amor. Se manifiesta en muchas cosas aparentemente distintas: la obsesión por la ley, la fascinación por mostrar conquistas sociales y políticas, la ostentación en el cuidado de la liturgia, de la doctrina y del prestigio de la Iglesia, la vanagloria ligada a la gestación de asuntos prácticos, el embeleso por dinámicas de autoayuda y de realización autorreferencial”.
No perdamos tiempo y energías en lo que no vale cuando hay tantas cosas que hacer por el reino de Dios. “En esto algunos cristianos gastan sus energías y su tiempo, en lugar de dejarse llevar por el Espíritu en el camino del amor, de apasionarse por comunicar la hermosura y la alegría del evangelio y de buscar a los perdidos en esas inmensas multitudes sedientas de Cristo”.
Cuando convertimos las normas externas como base de la fe, convertimos a la iglesia en un museo y perdemos la novedad cotidiana del evangelio. El Espíritu Santo muestra, a lo largo de la historia, la evolución homogénea del dogma y la superación de muchas realidades externas vividas anteriormente. Aferrarnos a realidades externas, puede ser la causa de que apaguemos al Espíritu. Igual que aceptar la novedad sin suficiente discernimiento.
Aquí las distintas espiritualidades estamos en el filo de la navaja. Las formas externas no nos pueden esclavizar; tampoco los cambios que implican perder el amor primero. No olvidemos que este amor a Dios y al prójimo no es una filantropía, sino: “porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado”.
Termina el Papa el Papa este capítulo II fundamental con una invocación: “Que el Señor libere a la Iglesia de las nuevas formas de gnosticismo y de pelagianismo que la complican y la detiene en su camino hacia la santidad! Estas desviaciones se expresan de diversas formas, según el propio temperamento y las propias características. Por eso exhorto a cada uno a preguntarse y a discernir ante Dios de qué manera pueden estar manisfestá