Pero no vivir del lamento como un jilguero cegado
- Giuseppe Ungaretti-
Es muy humano el lamento cuando en la vida nos vienen las cosas mal dadas y, con facilidad, usamos el contratiempo como pretexto para bajar la guardia, encogernos y retirarnos dejando el campo libre a la dificultad o al enemigo. Y así nos empobrecemos y huimos de la «muerte profesional», en nuestro caso: «morir de Amor».
Recuerdo aquellos versos del poeta italiano Giuseppe Ungaretti (1888-1970), con aire de parábola:
Morir como las alondras sedientas
en el espejismo.
O como la codorniz
una vez atravesado el mar
en los primeros arbustos
porque de volar
ya no tiene ganas.
Pero no vivir del lamento
como un jilguero cegado.
Hay cazadores crueles que ciegan a los jilgueros para usarlos como reclamo, es canto ciertamente desgarrador porque no tiene puerto. La vida del jilguero cegado es amarga porque carece de meta y significado. Monotonía sin proyección que engaña a otros.
Por contraste, ahí está el morir de una alondra o de una codorniz que se han lanzado a un «vuelo loco» en busca del infinito, de los espacios inmensos, en un cielo sin fin que amplía las alas. Sí, llegan agotadas y exhaustas, pero, a sus espaldas, tienen una aventura entusiasmante y única que ha hecho de sus vidas una existencia plena y realizada.
La lección es clara: la vida no tiene que ser un lamento estático, una resignación impotente, un mal sueño inevitable, sino una búsqueda, un camino, un vuelo. Hemos nacido para lo alto, nuestra tendencia natural es la superación, siempre más arriba. Hay en nosotros extraordinarias posibilidades, una querencia a la Polar aunque andemos tropezando en el camino. Tenemos que superar los límites de nuestro entorno. Debemos evadirnos del perímetro de nuestra jaula, aunque sangremos.
Si algo está claro, es que no gana el que más se lamenta sino aquel que se mueve para mejorar las cosas. Las caras largas, el pesimismo o el abatimiento no sirven ni ayudan a nada.
Anímate, sé valiente y enciende tu cerilla en lugar de maldecir la oscuridad. Pequeños gestos y pequeños cambios constituyen el principio de un gran éxito cuando se aspira a más. Si seguimos contentándonos con las cosas pequeñas, nunca seremos capaces de realizar las grandes.
Se trata de trabajar y pasarlo bien o, lo que es lo mismo pero al revés, de pasarlo bien y trabajar. El lamento es el refugio del hombre sin recursos. Para crecer, es mejor corregir que lamentarse.