LECTURA SERENA DE UNAS ELECCIONES
Se han celebrado ya nuevas elecciones. Quiero dar mi opinión sobre los resultados, no como sacerdote -que me debo a todos- pero si como ciudadano católico que también vota.
¿Qué lectura hago a las pocas horas de saber los resultados? Pienso que la ciudadanía normal, con sentido común, con valores, va ganando terreno. Lo acabamos de ver. Algunos califican esta postura valiente como de extrema. Muchos no admiten la normalidad, la sensatez, el amor a la Patria, el respeto a la vida, la defensa de la familia, la profesión explícita de fe católica… Todo lo que suene a “tradicional” lo confinan en el extremo, lo intentan quitar de en medio, lo envuelve en una bruma oscura, gótica, terrorífica… Lo bueno, lo normal, lo que vende es lo estrafalario, lo excéntrico, la pos verdad, lo infrahumano… Muchos se tragan la píldora del esnobismo y lo exotérico…
¿Ha muerto Dios?… Dice Paco Espadas:
La expresión “muerte de Dios” es la gran metáfora que expresa la desaparición de las verdades absolutas, de las ideas inmutables y de los ideales morales que guiaban la vida humana. Dios representa todo aquello que es suprasensible, representa todos los idealismos, representa las grandes creencias o verdades que atraviesan toda la historia de Occidente.
Dios ha muerto. Los viejos y más elevados ideales ya no impulsan las vidas de las personas, han perdido su fuerza. El asesinato de Dios inaugura un tiempo nuevo: un tiempo sin ideales, principios o valores erigidos sobre nuestro mundo. Tras la muerte de Dios sólo se dan dos posiciones: la del hombre que, angustiado y perdido, vive el fin de la civilización renunciando a los grandes objetivos, ensimismado en sus asuntos particulares, en sus pequeños intereses (“el último hombre”); o la del superhombre, el nuevo dios terrenal que dice sí a la vida con todas sus consecuencias. (http://aulacero5.blogspot.com)
Pero Dios sigue muy vivo. Algunos ingenuos pretenden matarlo con la papeleta de un voto. Pero si pretendemos “matar” a Dios el que muere es el hombre. En el escrutinio que acabamos de celebrar, hemos podido constatar que hay millones de personas que viven la presencia de Dios en la vida del hombre, en el cetro de la historia humana, en la misma política. Y, por tanto, se respeta la vida, se defiende a la familia humana, se pretende una educación en valores y virtudes, se busca la paz en contra del odio… Y nace una esperanza. No estamos solos. Es posible una sociedad justa, donde sea posible vivir y sonreír. Y yo, como ciudadano católico, me alegro.
Que cada cual saque sus conclusiones. Yo prefiero quedarme con aquellas palabras de Cristo que dijo: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”. Sin fanatismos de ningún tipo, yo concluyo que todo lo que no sea seguir el camino que El nos marcó, es muy sospechoso. Ancho es el camino que lleva a la perdición, y estrecho el que lleva a la vida.
Juan García Inza (juan.garciainza@gmail.com)