Quema de objetos y mobiliario a las puertas de Santa María del Mar (Barcelona, 1936). Fotografía de Hans Namuth y Georg Reisner (Center for Creative Photography - The University of Arizona, Tucson, Arizona EEUU).
Después de la guerra, mosén Llombart publicó un artículo en la revista parroquial en el que se reiteren las circunstancias de su difícil visita a Santa María en 1938. Es uno de los raros testimonios de aquellas terribles profanaciones, puesto que pocos fueron los que pudieron ver el estado de las iglesias después de los incendios y, cuando en 1939, volvieron al culto se intentó borrar las huellas del desastre lo más pronto posible, por lo que el aspecto interno de tantos monumentos religiosos en aquel trienio se ha olvidado casi completamente.
Curiosamente, la revista francesa Cahiers d'Art, que dirigía el crítico griego Christian Zervos, había publicado un artículo sobre Santa María en el que se afirmaba que desde uno de los campanarios un faccioso había tiroteado a las milicias populares, lo que las obligó a penetrar en la iglesia. Después de tal infundio, pues es sabido que en la mañana del 19 de julio no había en el templo otras personas que el párroco diciendo misa y un puñado de fieles, asevera con toda desfachatez el crítico, que la iglesia sólo sufrió la pérdida de algunos muebles y que, una vez reparada, servía de sala de conciertos. Tan cínica afirmación causó problemas al gobierno de la Generalidad, pues cuando en 1938 un grupo de parlamentarios ingleses y franceses visitó Cataluña a invitación del Gobierno, sucedió que una de las señorías había leído el artículo de Zervos y quiso asistir a un concierto en Santa María de la Mar. La petición causó sumo embarazo a las autoridades de entonces, que tuvieron que improvisar excusas para impedir la visita a Santa María, que no estaba realmente para ser vista.
Tanto fue así que el presidente de la Generalidad, Luis Companys, llamó al arquitecto jefe del servicio de conservación y catalogación de monumentos, Jerónimo Martorell Tarrats, al escultor Federico Marés Deulovol y al contratista Alberto Amargós Pellicer ordenándoles que estudiaran la posibilidad de adecentar el interior del edificio y evitar así situaciones embarazosas con los forasteros.
Marés describe este sucedido en su libro de memorias. El 18 de septiembre de 1938 recibió la visita del delegado de la sección de recuperación del patrimonio artístico de la Generalidad, el pintor Gerardo Carbonell Piñol, quien le instó a colaborar en la restauración de Santa María. Marés lo expone así: Había llegado el momento en que el gobierno de Cataluña empezó a sentir la culpabilidad acusadora de la obra de destrucción cometida por grupos sin control. Remordimientos de conciencia a destiempo, de desagravio a tanta vileza cometida por la barbarie iconoclasta, incendiando y destrozando monumentos seculares, en la mayor impunidad.
Es un dolor tener que decir todo esto, pero ante la indiferencia de unos, la impotencia de otros y la cobardía de los más, se cometieron barbaridades. Todo ello ante la incapacidad de quienes ocupaban en el gobierno de Cataluña cargos por los que venían obligados a defender los monumentos con más valor y menos cobardía.
Había llegado el momento de las restauraciones, de restañar heridas, la visita de representantes correligionarios de los países de Europa menudeaban y ello obligó al Gobierno a tomar determinaciones enérgicas e inmediatas.
Una vez más el papanatismo hizo mella en los gobernantes de entonces. Desde el 20 de julio de 1936 Santa María y tantas otras iglesias de Barcelona eran un dantesco espectáculo de desolación, pero solamente el "qué dirá la prensa extranjera" decidió, dos años después de los hechos, el inicio de una tímida operación restauradora.
El 14 de septiembre de 1938 Marés fue conducido a la Generalidad y el propio Companys le pidió que se encargara de Santa María que acababa de visitar y que le había producido auténtico sonrojo.
Bajo las órdenes expresas o con el consentimiento de Companys fueron asesinadas 8.129 personas por sus ideas políticas o creencias religiosas, muchas de ellas sin juicio previo. El terror de Companys, un político abiertamente cristianófobo, se cebó especialmente con los católicos: fueron asesinados 4 obispos, 1.536 sacerdotes (el 30% del clero catalán) y miles de seglares por el mero hecho de ser católicos.
Luego entró en el despacho el alcalde de Barcelona, Carlos Pi Suñer, aclarando que había sido el arquitecto Jerónimo Martorell quien había propuesto a Marés para tal cometido. Marés aceptó poniendo condiciones. No aceptaría remuneración alguna por el cargo y quería libertad absoluta para actuar. Previamente había contactado con algunos miembros de la Junta de Obras, entonces disuelta de Santa María, para recabar su ayuda.
El 19 de septiembre de 1938 visitó Marés el templo destrozado. No encontró ningún resto de los 34 altares laterales y absidales, había más de cien tumbas abiertas y profanadas y los sarcófagos murales de las capillas estaban rotos y abiertos.
Gran parte de la nave central se hallaba llena de escombros, restos de maderas chamuscadas y bancos a medio quemar, desperdicios, latas de conserva vacías, botellas, cacerolas, platos rotos, papeles, estropajos y gran abundancia de esqueletos humanos.
Dio orden al contratista Amargós de iniciar el desescombro y en caso de que no consiguiera camiones para el transporte que metiera el cascajo en las abiertas tumbas y colocara de nuevo las losas en su sitio. Cuando las losas se hubiesen perdido o triturado debían cerrarse las tumbas con una solera de ladrillo.
Cuando llevaban unos días trabajando notaron un nauseabundo olor procedente de una tumba en una capilla cercana a la puerta del Borne. Los de los sindicatos, que vigilaban con recelo aquellas obras, creyeron que se trataba de un lugar utilizado por los curas para enterrar a las víctimas de sus asesinatos. Marés, ante el cariz que tomaban las cosas, pidió al sindicato que mandara un médico forense y a un notario para que estuvieran presentes al abrir la comprometedora tumba. Encontraron en el interior un cuerpo humano que se había mantenido incorrupto largos años y que había iniciado el proceso de descomposición al romperse la losa que cerraba el sepulcro.
La parte más destacada de la actuación de Marés en Santa María en 1938 fue la demolición de diversas bóvedas del deambulatorio que, en el siglo XVI, fueron construidas a media altura para habilitar unos altos donde colocar los archivos.
No se pudo hacer gran cosa más, las tropas nacionales entraron en Barcelona el 26 de enero de 1939 y al mes siguiente se celebró la reconciliación del templo, comenzando la restauración de sus graves daños.
Un curioso artículo
http://www.lavanguardia.com/local/barcelona/20160716/403235808003/santa-maria-del-mar-escudo-barca-clam.html
Los daños del incendio en Santa María del Mar todavía son apreciables en el tejado de la Basílica (Xavi Casinos).
Otras fotografías, no inéditas pero menos conocidas
Meritxell M. Pauné es la coordinadora de las secciones locales y redactora de BCN de La Vanguardia. Publicó el pasado lunes un artículo titulado: Cuatro particulares rescatan 31 fotografías inéditas de la Guerra Civil y los Fets d’Octubre
Comienza explicando: “El patrimonio fotográfico de Barcelona cuenta con una nueva colección de instantáneas de los años 30 gracias al gesto altruista de cuatro barceloneses. Un grupo de amigos de Sant Andreu, con formación en Historia y Fotografía e integrantes del Grup Fotogràfic Nièpce de Saint-Victor, acordaron este abril comprar de su bolsillo una serie de 31 fotografías que documentan el impacto urbano y social en Barcelona de los hechos del 6 de octubre de 1934 y del inicio de la Guerra Civil en julio de 1936”.
Aquí el artículo completo:
http://www.lavanguardia.com/local/barcelona/20180521/443700556389/cuatro-particulares-rescatan-fotografias-guerra-civil-fets-octubre.html
Y sobre las personas que han comprado las fotos:
http://opinioandreuenca.blogspot.com.es/2009/11/grup-fotografic-niepce-de-saint-victor.html#!/2009/11/grup-fotografic-niepce-de-saint-victor.html
Las tres fotos que nos interesan son de la ciudad de Barcelona.
Campanario de Santa Anna, en el barrio Gótico, con los restos del desaparecido monasterio del Santo Sepulcro a mediados de los años 30 (Fons Grup Fotogràfic Nièpce de Saint-Victor).
Iglesia de Santa Anna (actualmente en pie) y monasterio del Santo Sepulcro (ahora pasaje Rivadeneyra), que quedó en ruinas tras el derribo de las murallas de Barcelona (Fons Grup Fotogràfic Nièpce de Saint-Victor).
Restos de la iglesia de Betlem, quemada en julio de 1936 al estallar la Guerra Civil (Fons Grup Fotogràfic Nièpce de Saint-Victor).