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Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Mateo 10, 17-22

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Cuidado con la gente!, porque os entregarán a los tribunales, os azotarán en las sinagogas y os harán comparecer ante gobernadores y reyes por mi causa, para dar testimonio ante ellos y ante los gentiles.
Cuando os entreguen, no os preocupéis de lo que vais a decir o de cómo lo diréis: en aquel momento se os sugerirá lo que tenéis que decir, porque no seréis vosotros los que habléis, sino que el Espíritu de vuestro Padre hablará por vosotros.
El hermano entregará al hermano a la muerte, el padre al hijo; se rebelarán los hijos contra sus padres y los matarán.
Y seréis odiados por todos a causa de mi nombre; pero el que persevere hasta el final, se salvará».

Yo, ni pienso.

Hoy celebramos a San Esteban, en quien se cumplió exactamente esta profecía de Jesús, entregado y lapidado por sus propios hermanos judíos. ¿El motivo? El orgullo y la envidia de no ser capaces de competir con él en una discusión por su sabiduría: "Se recomían en sus corazones y rechinaban los dientes de rabia" es como lo expresa la primera lectura.
En estas situaciones, el Señor no quiere que pensemos, porque nuestros criterios no son los de Dios. La única solución es que el Espíritu Santo tome las riendas de la situación y hable por nuestra boca. Así ocurrió con Esteban, que glorificaba a Dios y le entregaba pacíficamente su espíritu mientras Sus hermanos, llenos de odio hacia él lo apedreaban hasta matarlo. ¿Has visto el odio hacia ti en la cara de un ser querido?

Aterrizado a la vida Matrimonial:

Carlota: Alejandro, ¿Tienes experiencia de dejar que el Espíritu Santo tome el control en alguna situación en que vayan contra ti.
Alejandro: Sí, alguna que otra. Lo cierto es que me impresiona hasta qué punto hago y digo cosas con una caridad de la que yo nunca sería capaz. De hecho, deja en mi corazón un rastro de paz, alegría y esperanza tremendos, ¿Sabes Carlota? Milagrosamente se produce un cambio en mi mirada como el de la charla esa que damos tú y yo en el retiro.
Carlota: Qué bonito Alejandro. Yo la verdad que te he visto reaccionar en algunas ocasiones de manera que parecía como si la gloria de Dios se derramase sobre ti y te cubriese con Su gracia. Eres un testimonio para mí cuando amas en esas circunstancias en las que no eres amado.
Alejandro: Gloria a Dios, Carlota. Gloria a Dios.

Madre,

Que no preparemos nuestra defensa y que el Espíritu Santo actúe en nosotros. Alabado sea el Espíritu Santo de Dios.