Hacer el bien no debe ser femenino, según se deduce de la decisión del PSOE de Jaén de no considerar mujeres como las demás a las santas. Para denunciar el machismo del nomenclátor los concejales socialistas aseguran que sólo 45 calles de la ciudad llevan nombre de chica, si se excluyen, aclaran, las dedicadas a quienes han sido elevadas a los altares. La pregunta es por qué las excluyen. Y la respuesta más probable es porque esta gente cree que entre Rita de Casia y La Pasionaria media la misma distancia que entre el degustador de guindillas y el crítico de la guía Michelín.
Si para el PSOE una mujer con rosario es menos relevante que otra con octavillas es porque el prejuicio le impide comprender que la revolución que esconden las misas es mayor que la que incuban las imprentas. Básicamente, porque lo primero que está escrito no es que la religión es el opio del pueblo, sino que al principio fue el Verbo. Ese que muchas mujeres, para bien de todos, han declinado a la perfección. Entiendo, pues, que el socialismo esté en contra de que doña Carmen Polo de Franco lleve el nombre de la avenida que a su juicio merece Clara Campoamor, pero resulta incomprensible el ninguneo a Teresa de Jesús si se tiene en cuenta que la santa abulense ha hecho por la causa femenina más incluso que la sentencia contra la manada.
Además, en el callejero de Jaén, a excepción de las santas, no abundan mujeres célebres. Por decirlo de una manera suave, casi ninguna de ellas es Marie Curie, si bien, para compensar, tampoco ninguno de los hombres con derecho a placa es Newton. Al PSOE no le falta del todo la razón, pero para compensar el desequilibrio denominativo lo mejor sería incluir a más canonizadas. En este punto entono la palinodia por no haber persuadido a un alcalde del que fui jefe de prensa para evitar que sustituyera, como hizo, el nombre de la calle de Santa Alicia por el de Enrique Ponce. Tendría que haberle argumentado que para ambos la Verónica no significa lo mismo.