El todo terreno y nada silente José Bono no ha podido resistir la tentación de hablar una vez más cuando lo suyo era callar. Y se dedica nada menos que a juzgar, aunque lo niegue, al nuevo Obispo de San Sebastián: es "muy de derechas y extremadamente conservador". Y esto no es un juicio de valor para el que lo profiere, claro.

Nada extraño si tenemos en cuenta que estas afirmaciones proceden de un individuo que llegó a afirmar en un mismo día que la cuestión del aborto debía votarse en conciencia para a renglón seguido manifestar que él debía votar lo que dijera su partido. Y ante tal derroche de desdoblamiento de personalidad, lo que cabe preguntarse es no tanto si el señor Bono es de izquierdas, o católico, o socialista o cualquier cosa, sino lisa y llanamente si es "alguien".

¿Existe usted, Sr. Bono?. Se trata de una ardua cuestión, sin duda, pero de obligado planteamiento dado que el presidente del Congreso se ha caracterizado a lo largo de toda su vida política por ser "cualquier cosa". Tanto era de extrema izquierda cuando le convenía, como aparecía como el más ferviente católico, como era de campo, de ciudad, de mar o de montaña.

Pero hasta hace poco no había manifestado semejante grado de esquizofrenia como cuando se ha referido a la próxima ley del aborto. El ejemplo citado es la máxima expresión de la misma. Si en un momento parecía aparecer el José Bono supuestamente real, la persona, el que existe, el que "es", en concreto cuando defendía que semejante cuestión sólo afectaba a la conciencia individual de cada uno, y que la toma de postura frente al asunto debía realizarse desde esa misma conciencia, al poco aparecía de nuevo el Bono alienado, robótico, acomodaticio y mimético para afirmar con la misma rotundidad que los políticos tienen que votar lo que diga su partido.

De esto sólo cabe concluir que los políticos no son, por tanto, humanos. Carecen de conciencia, y en el supuesto de tenerla, deben amputársela para obedecer ciegamente lo que ordene el partido. Naturalmente, este tipo de partidismo es ni más ni menos el que se daba dentro del Partido Bolchevique o del Partido Nacional Socialista Alemán. La conciencia no exitía, sólo la obediencia ciega a las órdenes de la superioridad.

Es curioso que este argumento fuera utilizado en su defensa por todos los jerarcas nazis juzgados en Nüremberg, lo cual no libró a casi ninguno de ellos de la horca. Y ante esta evidencia lapidaria, resulta anecdótico preguntarse si alguien es de derechas, de izquierdas, conservador o saltimbanqui. Lo realmente relevante es preguntarse si una persona realmente existe, si es "alguien", condición imposible en el supuesto de carecer de conciencia. La cuestión se plantea compleja para el presidente del Congreso de los Diputados.