Aunque a alguno le parezca que soy partidario de la indisciplina eclesiástica (Dios me libre) diré que soy solo radical enenigo del despotismo ilustrado, que significa, particularmente en este caso, el despotismo de sus ilustrísimas.
Hemos de comenzar dando gracias a Dios por el Pequeño Ratzinger (apodo del Cardenal Cañizares Llovera, que no necesita ser presentado). Y es que su menuda figura se agiganta cuando el Gran Ratzinger encuentra en él un ministro fiel y eficaz.
Concedo que me gustaba Mons. Malcom Ranjith Patabendige Don para la Congregación de Culto Divino. Hoy, sin que mi admiración por el prelado asiático haya cedido un ápice, me alegro sobremanera de que esa responsabilidad haya recaído en el Cardenal español.
¿El porqué de esta alegría? Mons. Ranjith tiene las virtudes del guerrero, es leal, fiel a sus convicciones y da la pelea en donde se le presenta. Pero no tiene aún las virtudes necesarias que se adquieren con la experiencia de la “romanitá”. La mesura, la paciencia, la perseverancia para buscar rutas alternativas. Virtudes que ejerce en grado excelso el Santo Padre, y sin duda nuestro Cardenal Cañizares (permítanme los amigos españoles apropiármelo, que en Hispanoamérica estamos tan faltos).
El caso del Padre Michel, desplazado de la diócesis por su obispo, Mons. Nourrichard, el de la casulla de arcoiris, ha constituido un oasis de paz para mi alma sedienta de justicia. Mons. Nourrichard (ver nuestro post Obispo francés abucheado que tanta polvareda levantó) ha reculé, permitiendo al P. Michel dispensar todos los sacramentos (excepto el matrimonio, por ahora) y suspendiendo su traslado.
Bueno, no sabemos si el buen obispo multicolor tomó esta decisión después de una decena de rosarios o qué, pero coincidió espacio-temporalmente con su visita de casi todo un día a la nunciatura apostólica en Francia, cuyo titular recién estrenado, Mons. Ventura, quizás le haya hecho ver el asunto bajo otro color, ya que de arcoiris se trata.
Natuaralmente, Mons. Ventura es el embajador del Papa y una especie de epíscopo de los epíscopos galos, y su carácter diplomático nos permite presumir sin demasiado riesgo de equivocarnos, que ha transmitido lo que Roma desea se haga en este caso, que tomó la dimensión de escándalo mundial en el mundo católico y transcatólico.
¿Donde entra el Card. Cañizares en este asunto? Pues en lo siguiente: como Prefecto de Culto Divino tiene voz y voto en materia litúrgica. El P. Michel fue tolerado durante 22 años en la más liberal diócesis francesa, pese a su sotana y su modo bien tradicional hasta que decidió aplicar el Motu Proprio Summorum Pontificum, que como todos saben, resuelve la disputa sobre si la hoy llamada Misa Tradicional había o no había sido prohibida.
Todos los que seguimos el tema durante décadas sabíamos que no había sido prohibida, aunque en la práctica, merced al despotismo ilustrado antedicho, se prohibía y aún se prohibe su uso contra toda ley y justicia. Aclarada que fue la cuestión por el Gran Ratzinger, y fusionada Ecclesia Dei a Doctrina de la Fe, ahora con dedicación full time a las custiones doctrinales derivadas del Concilio, es competencia del buen cardenal Cañizares ocuparse de que no continúe el despotismo contra los sacerdotes que desean celebrar el antiguo rito.
¿Y el Cardenal Re, no es acaso autoridad de competencia directa en la relación con los obispos? Sí, pero Re es un funcionario agonizante y en 15 días o poco más se va. Y estos temas ya le pasan de costado, además de que nunca ha sido amigo de lo tradicional.
Hay un antecedente inmediato que resulta revelador. El P. Cheval, párroco de Courseulles-sur-Mer, diócesis vecina de Bayeux-Lisieu (o sea, vecina de Mons. Nourrichard) fue exonerado porque rezaba la misa en latín... la Nueva Misa, la de Paulo VI, pero en latín, y por lo tanto, según las rúbricas.
Todo católico culto sabe que la misa nueva no debe rezarse sino que puede rezarse en lengua vernácula, siendo el latín la primera opción. El obispo de Bayeux-Lisieu, Mons. Pican, ha dicho de su párroco que “no está a la altura de la responsabilidad de una parroquia, donde es necesario que la gente de distintas sensibilidades se mantengan juntas”. Los dépotas ilustrados siempre argumentan esto de las “sensibilidades” a la hora de prohibir la misa que los católicos de “sensibilidad tradicional” desean oír...
Bueno, para abreviar, el P. Cheval no se amilanó, puso un recurso por medio de un abogado canonista (el mismo que asiste al P. Michel en su recurso legal en curso ante la Congregación del Clero) y en Roma lo repusieron en su puesto, aunque el obispo, hasta donde sabemos, no había hecho efectiva la orden del Papa todavía.
Esta vez, aleccionados por la lentitud de su ilustrísima para cumplir con lo mandado por Roma, intervino el Nuncio y aún antes de que se resuelva la cuestión legal, el párroco reasumió sus funciones casi en plenitud.
No puedo aportar pruebas, pero estoy convencido de que aquí estuvo la mano de Mons. Cañizares...