No pretendemos hacer un análisis exhaustivo, pero la crisis de la Iglesia Católica en Alemania se debe, en gran medida, al hecho de ofrecer lo mismo que ya se ofrece afuera. Es decir, que la Iglesia debe tener su sello, cierta originalidad, pero si lo único que se buscan son reformas poco conectadas con el Evangelio, so pretexto de encajar mejor, el resultado seguirá siendo negativo. Las personas buscan a Dios siempre, aunque a menudo sean poco conscientes de ello.
La Iglesia en Alemania debe hacer que sus estructuras recuperen el fin para el que estuvieron pensadas: evangelizar. La única vía posible para que dejen de perder católicos es simple: ser la Iglesia. Ni más, ni menos. Renovar, sí, pero en la línea de Jesús y, por ende, muy unidos a la Iglesia universal.
Desde otra perspectiva, no habrá resultado alguno. Dedicar tanto tiempo a temas que ya fueron superados desde la década de los sesentas (celibato, sacerdotisas, etc.) lleva a vivir en el pasado, en lugar de plantear la fe de siempre pero a través de nuevas vías. Y, sin negar su gran aporte material en pro de la Iglesia en países marcados por la pobreza, en este momento, sería bueno que retomaran tanto lo que Benedicto XVI les dijo durante su pontificado, como la reciente carta del Papa Francisco.