Este es de quien decía Juan: Yo lo he visto y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios (Jn 1,32.34).
Juan da este testimonio porque, en el Bautismo de Jesús, ha visto descender sobre Él el Espíritu Santo y ha oído el testimonio del Padre sobre su Hijo. Como precursor de Jesús y último de los profetas veterotestamentarios, Juan Bautista, al señalar, al decir "éste es el Hijo de Dios", está diciendo hacia donde apunta el AT y de quién está hablando.
Esto converge con las palabras del ministro de la comunión cuando, al mostrar la hostia, dice "el Cuerpo de Cristo". Comulgamos ciertamente al Hijo de Dios, a Aquél sobre el que descendió en forma de paloma el Espíritu Santo, de quien dio testimonio el Padre. Pero es Aquél de quien hablo el AT y, por ello, comulgamos con toda la revelación. Por ello, el amor a la Eucaristía va unido al amor a las Sagradas Escrituras.
Comulgamos lo que se ha proclamado en la Liturgia de la Palabra y quien comulga no puede por menos que alimentarse con la Biblia, que comer con frecuencia, especialmente en la oración, la Palabra divina. Así, una manera de dar gracias tras la comunión, mejor que hacerlo en abstracto, es referirla al misterio de Cristo que en particular haya estado más presente en la celebración, pues, al comulgar a Cristo, con ese misterio hemos comulgado. Las lecturas proclamadas nos dan un rostro muy concreto del Señor que se ha entregado a nosotros en alimento.
Esto converge con las palabras del ministro de la comunión cuando, al mostrar la hostia, dice "el Cuerpo de Cristo". Comulgamos ciertamente al Hijo de Dios, a Aquél sobre el que descendió en forma de paloma el Espíritu Santo, de quien dio testimonio el Padre. Pero es Aquél de quien hablo el AT y, por ello, comulgamos con toda la revelación. Por ello, el amor a la Eucaristía va unido al amor a las Sagradas Escrituras.
Comulgamos lo que se ha proclamado en la Liturgia de la Palabra y quien comulga no puede por menos que alimentarse con la Biblia, que comer con frecuencia, especialmente en la oración, la Palabra divina. Así, una manera de dar gracias tras la comunión, mejor que hacerlo en abstracto, es referirla al misterio de Cristo que en particular haya estado más presente en la celebración, pues, al comulgar a Cristo, con ese misterio hemos comulgado. Las lecturas proclamadas nos dan un rostro muy concreto del Señor que se ha entregado a nosotros en alimento.