Aunque continúa el libreto con el siguiente versículo de 1 Corintios, sin embargo, para facilitar la transición, Händel da paso ahora a un recitativo de la .
Cuando esto corruptible se vista de incorrupción y esto mortal se vista de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra escrita: La muerte ha sido absorbida en la victoria (1Cor 15,54-55a).
Aunque estemos hablando de las últimas realidades y, más concretamente, de la resurrección  final, sin embargo, esto no supone la anulación de la historia, sino todo lo contrario. Estamos ante la culminación de ella y, desde ahí, es desde donde encontramos su sentido y significación. Este versículo de S. Pablo nos ilumina para comprender qué sea la historia, pues es historia de salvación y, por ello, algo que desborda el entendimiento humano.

Porque análogamente a como el hombre no puede conocer en pureza el ámbito de la naturaleza, sino que ese espacio de funcionalidad siempre lo ve inmergido en la causalidad histórica, en el sentido, así, aunque por abstracción podamos hablar de ella, no hay propiamente una historia puramente humana, pues ésta está inscrita en la llamada de Dios a los hombres a la vida sobrenatural, está marcada por un sentido último que va más allá de lo que da de sí lo meramente humano.

El apóstol nos dice que, cuando ocurra eso que ha cantado antes el bajo, entonces se cumplirá la escritura. La historia, por tanto, nos aparece como cumplimiento de la Palabra divina. Lo cual va teniendo lugar paulatinamente y con un sentido último en el que quedan envueltas las intervenciones y palabras de Dios a lo largo del tiempo.
Él nos eligió en Cristo –antes de crear el mundo– para que fuésemos santos e irreprochables ante Él por el amor. Él nos ha destinado por medio de Jesucristo, según su voluntad y designio, a ser sus hijos, para que la gloria de su gracia, que tan generosamente nos ha concedido en su querido Hijo, redunde en alabanza suya (Ef 1,4ss).
[Continuará]