Recién salida del horno la declaración vaticana sobre Medjugorje, comparto mis impresiones sobre la que va a ser la noticia más importante de los próximos días en todos los medios católicos.
Como fue anunciado, esta mañana a las 11:00 am el cardenal Víctor Fernández, flanqueado por Armando Matteo y Andrea Tornelli entre otros, dieron una rueda de prensa que no tuvo desperdicio y he seguido en un viaje en tren que se me ha pasado volando tomando notas de todo, por lo interesante del tema y de la exposición.
Para empezar por el final, Roma da el nihil obstat a la experiencia de Medjugorje sin pronunciarse sobre la sobrenaturalidad de las apariciones ni de los mensajes.
Es un notición tener por fin un pronunciamiento oficial cuasi definitivo después de más de cuarenta años, pues en toda la historia de las supuestas apariciones se han entrecruzado mensajes, declaraciones, validaciones apócrifas y mucha desinformación, haciendo del tema un campo de minas del que difícilmente se podía salir incólume cuando se hacía referencia al mismo.
Y lo digo por experiencia propia, por la que me cayó en una serie de tres artículos del que el último, La patata caliente de Medjugorje, me valió más que un archienemigo por manifestar las más que evidentes contradicciones en torno al asunto.
Roma por fin ha hablado, profusamente, y lo ha hecho de una manera magistralmente ecuánime y sabia, siendo a la vez todo lo directa que podía ser.
Recuerdo hace muchos años comentando el tema con un buen amigo periodista en Roma que me decía que al final, en el Vaticano “italianearían” y harían alguna declaración poniéndose de perfil. Y no ha sucedido así; la Iglesia se ha mojado opinando, aunque alguno pueda decir que es increíblemente creativa la solución aportada, capaz de contentar a casi todos.
Lo que ha pasado es que hemos asistido a la que, a mi entender, ha sido una antológica lección de equilibrio y juicio pastoral, expresada por Mons. Fernández y pergeñada por el Papa quien a su avanzada edad, sigue teniendo la claridad de mente y la capacidad de sorprendernos con una decisión que estoy seguro que va a satisfacer a partidarios y detractores.
Entremos en el tema y lo que nos ha venido a contar el prefecto de Doctrina de la Fe.
Tras una exposición histórica del fenómeno de mano de don Armando Mateo en la que no se ha desautorizado a nadie (y esto es muy importante porque los dos anteriores obispos de Mostar tomaron posturas muy contrarias al fenómeno), Mons. Fernández ha ido desgranando un postulado muy simple: estamos aquí para juzgar el fenómeno actual, sin entrar en la sobrenaturalidad de las supuestas apariciones.
En un ejercicio fantástico de equilibrio, se ha explicado que la Iglesia ha de discernir el “hecho espiritual” innegable de las conversiones y los efectos positivos en miles de personas. Se trata de examinar lo que sucede “en torno” o “en medio” de Medjugorje, y en eso debemos centrarnos, sin querer entrar en si lo que sucede es “por causa” de las supuestas apariciones.
La conclusión es que lo que Dios está haciendo es innegable, es obra de su Espíritu, y ante eso la Iglesia da un nihil obstat —un “no hay objeción”— a que la gente siga yendo a Bosnia.
Se ha hablado en términos de respeto al pueblo de Dios y de solicitud pastoral hacia el mismo. El cardenal ha dicho que “el nihil obstat significa que los fieles están autorizados a dar en forma prudente su adhesión, y se autoriza el culto público a Maria Reina de la paz”. Tanto la nota del obispo de Mostar, refrendada e inspirada por el santo Padre, como todo lo dicho hoy, hacen hincapié en la singularidad de este título y promueven que se use.
En cuanto a los mensajes, se ha dicho clarísimamente que han de entenderse como algo edificante y se ha puntualizado que no siempre son coherentes, ni están exentos de fallos o errores. Se ha pedido un esfuerzo de comprensión para verlos como un conjunto, sin “examinarlos con lupa de teólogo” buscándole tres pies al gato, y de paso se nos ha dado un clinic sobre el fenómeno religioso de la interlocución con Dios. Una cosa es lo que Dios dice, otra lo que yo entiendo, y otra cómo lo expreso al contarlo. Entendido así, cualquier mensaje debe interpretarse con madurez y criterio, pues estos no pueden suplantar ni la Palabra de Dios, ni la de la Iglesia, y aprobarlos como algo sobrenatural es casi un imposible, pues sería autorizar cosas que necesariamente vienen por una mediación humana falible.
Sería interesantísimo entrar en los entresijos de las notas personales que Mons. Victor Fernández ha hecho mientras desgranaba los términos de la declaración. He de decir que me han sorprendido muy gratamente, me han parecido muy meritorias en una cuestión tan delicada. Pensando en alto, con todo lo que se ha tildado de ambiguo al papa Francisco y las declaraciones del Dicasterio, no puedo evitar sonreirme y reconocer que, de vez en cuando, hace falta ser un poco argentino para poder ver los matices de las cosas y saber bandearse por entre ambas aguas, para acabar dando una solución brillante y creativa a algo que parecía imposible. Será que Dios sabe lo que hace y a quién pone a cargo de las cosas… y cada momento hace falta algún set de habilidades diferentes entre quienes tienen el oficio de pastorear y discernir.
Me ha parecido genial cuando, en un momento, Mons. Fernández ha hablado de lo infrecuente que son las declaraciones infalibles del Papa, aunque por poder, podría hacerlas todas los semanas. Pero no porque Dios te diga algo tienes que salir corriendo a decirlo. Tampoco somos títeres de Dios, pues ha de concurrir nuestra inteligencia, juicio y prudencia. Hablando así, nos ha mostrado un aspecto humano del ministerio del pastor, que sabe que tiene una gran responsabilidad con la que no puede jugar a su antojo.
Pero vayamos, a lo que es el meollo de las cosas.
¿Cómo queda el asunto Medjugorje después de esta declaración?
Para mi gusto, mucho mejor de lo que estaba. Por fin hay claridad, y no ambiguëdad. El Papa ha dado un nihil obstat a la experiencia y no va a entrar en el tema de la sobrenaturalidad. Según el prefecto, el Papa entiende que no se puede ni se debe ir más allá en el discernimiento, y ha sido tajante en ello.
Me parece una genialidad que, en un tema en el que todo parecía blanco o negro, en el que si no decías constat, tenías que decir non constant, la Iglesia nos haya salido con el nihil obstat porque ni hace falta entrar en lo que consta o consta. Literalmente han dicho: “no reflexionamos sobre las apariciones, sino sobre el fenómeno y frutos presentes, la obra que el Espíritu Santo hace en “medio de” o “entorno” a este fenómeno… no digo “a causa de”, por lo que no tengo necesidad de una certeza moral acerca del fenómeno”.
A esta postura, han seguido unas cuantas recomendaciones, que ilustran dónde quiere centrar la devoción en Medjugorje la Iglesia:
Primero: El ES quiere aprovechar que la gente se reúne en Medjugorje obrando en ellos y la Iglesia expresa que no quiere dejar solos a estos creyentes. Busquemos la acción de Dios que es a lo que apunta Maria, no nos quedemos en el medio, ni en el mensaje, ni en los videntes.
Segundo: Recen a María Reina de la paz, peregrinen, busquen la conversión, la belleza, la edificación. El centro es la obra del Espíritu y lo que Dios quiere hacer, y todo lo que ayude es bienvenido.
Tercero: Los mensajes se pueden leer como algo edificante y bello, sin que supongan una amenaza de confusión, siempre que se descarten los más detallados en cuanto a lo que hay que hacer o dejar de hacer. No son palabra de Dios, no se sabe si son sobrenaturales, ni siquiera deberían ser tan importantes según el mismo corpus de mensajes. Deben ser considerados “presuntos mensajes sobrenaturales”.
Cuarto: A los videntes hay que dejarlos tranquilos, porque no es sostenible hacerlo de otra manera. Con esto se ha dado carpetazo a las apariciones programadas (las cuales se ha sugerido que son uno de los grandes peros al fenómeno) y a personalismos que muy fácilmente pueden llevar a la confusión.
Quinto: De ahora en adelante, los mensajes serán discernidos por el visitador. No se debe andar publicando sin esta aprobación. No se tienen en consideración los mensajes privados ni los secretos. La Iglesia hará el esfuerzo de acompañar y discernir lo que salga.
En conjunto, creo que la declaración es un paso adelante, y personalmente me supone un gran alivio. Si Roma locuta, causa finita… pero en este caso, nos han venido a decir que es casi imposible discernir las apariciones, por lo que quedémonos con lo bueno, discernamos y acompañemos el fruto, y ya veremos en el futuro. Causa non finita entonces, pero tiremos para adelante.
Es verdad que suena un poco ambiguo, a dejar las cosas en el aire, a no mojarse del todo. Podrá haber gente más o menos conforme con el discernimiento hecho, o con el tono en el que se han tratado las cosas.
Yo recomiendo a todos que sepan ver la finura y la solicitud maternal de la Iglesia, que en vez de descalificar o prohibir, lo que busca es clarificar, discernir, sacar lo bueno de las cosas y no arrogarse la posición de Dios, por más que tenga las llaves para abrir o cerrar cosas.
Creo que, si todos fuéramos lo suficientemente magnánimos y anchos de entendederas, deberíamos hacer como Gamaliel y decir: si es de Dios, permanecerá. No podemos tener la pretensión totalizante de que todo el mundo comulgue con unas supuestas apariciones que nunca serán revelación y, en el mejor de los casos, la Iglesia dejará que la gente las tenga devoción según su libertad, sin ser para nada obligatorias.
Lo peligroso es ir por ahí diciendo “la Virgen ha dicho”, porque en el momento en que hagamos eso tendremos una voz superpuesta a la voz de la Iglesia, que necesariamente generará obediencias y afiliaciones que muy fácilmente podrán ser manipuladas y poner a la gente en la encrucijada de decidir si prefieren la voz de la Iglesia o la de la aparición de turno.
Y por eso, la Iglesia en su sabiduría, se ha cuidado muy mucho de no entrar en el tema, porque es imposible salir bien del mismo, máxime cuando además los videntes siguen vivos, y siendo pecadores como todos nosotros, nadie sabe por dónde nos saldrán mañana.
Estas son las razones por las que, en todo este asunto y con esta resolución, yo veo una finura y una capacidad de gobernanza que con el tiempo se verá como uno de los hitos de este pontificado. Esta declaración era algo que se necesitaba desde hace mucho tiempo, cuando por fin había llegado el momento de, como decimos en España, coger el toro por los cuernos.
Mis felicitaciones a Mons. Fernández y agradecimiento al Santo Padre por todo el esfuerzo con el tema.