No te es lícito, Zapatero. Lo que has promovido, deseado y conseguido con la Ley del Aborto libre, el día 26 de Noviembre del 2009 en el Parlamento, es una ley injusta, por mucho alarde de felicidad que hayáis demostrado tú, tus ministras y tus diputados.
Ten por seguro que no pasarás a la Historia por tus avances sociales en favor de los más pobres, indefensos y necesitados, como era de esperar de un auténtico socialista; pero, no dudes, que tu infausta memoria se recordará muchos años y veces en el futuro, por la criminal ley que has impuesto a la nación española del aborto a la carta, o genocidio (=xterminio o eliminación de un grupo social por motivos políticos) que has querido para España. Recuerdas bien que tal Ley ni aparecía en tu programa socialista, ni era una demanda social. Ha sido tu tozudez y tus sectarias ideas, las que la han hecho posible. Hiciste caso omiso y oídos sordos a la mayoría de españoles que en la calle manifestaron su voluntad de apostar por la cultura de la vida y la defensa y ayuda a las madres gestantes. Has evitado por todos los medios, plantearte la responsabilidad del grito de tu conciencia, frente a la voz de millones de cristianos, católicos y personas nobles y apolíticas que te invitaban a la reflexión y al diálogo. Te cerraste en banda.
Tu crees, Zp, que ha sido un triunfo y una baza política la aprobación de esta Ley para ti y tu partido. Nada de eso. Durante el resto de tu vida no olvidarás nunca la gravísima responsabilidad que has asumido. Un día tendrás que presentarte ante el único Señor y Dador de vida, Jesucristo, en quien creemos millones y millones de personas en el mundo entero y a quien, lo pienses o no, te diriges como los demás mortales para dar cuenta de tus actos y de tu vida. Esta será la hora de la verdad.
Hay más. Barrunto que este paso en falso que has dado y del que te felicitas y te felicitan, será el inicio de tu desaparición y declive en la escena política. Al tiempo me remito. De nada te servirá, dentro de unos años, esa sonrisa forzada y estereotipada de la que has hecho alarde en tu mandato, cuando debías llevar tu alma sangrando por dentro.
Una última cosa antes de concluir. La vida es corta para todos, también para ti, presidente. Arrepiéntete. Todavía estás a tiempo de evitar lo definitivo e irremediable.
Rezaré por ti para que así sea.