Artículo publicado en el Diario Ideal, edición de Jaén, página 27
Entramos hoy en la Semana Santa, tiempo de gracia esencial para la vida eclesial, porque celebramos el Misterio Pascual de Cristo: su Pasión, Muerte y Resurrección de entre los muertos, como él mismo lo había prometido y anunciado ante las caras de incredulidad de sus propios discípulos.
Muchos ciudadanos toman la Semana Santa como un paréntesis vacacional en el inicio de la primavera alocada que estamos atravesando. Las procesiones, para ellos, son las hileras de coches que circulan por las vías interurbanas buscando el descanso en la playa o la montaña. Este éxodo es el signo de una sociedad del ocio y del tiempo libre.
Otras personas siguen fieles a la tradición católica en estas fechas claves para la vida espiritual y continúan pegados a sus imágenes titulares dentro de las cofradías, que no han cesado sus actos de culto y caridad durante el año, pero que ahora ponen todas sus ilusiones en ver desfilar por las calles y plazas los tronos donde van colocadas las figuras de Jesús, la Virgen, y otras escenas de la Pasión de Cristo. Estas tradiciones procesionales no disminuyen a pesar del aumento pagano de una sociedad alejada de Dios y su Iglesia. El nacimiento de nuevas cofradías es la mejor prueba del algodón, a pesar de los impedimentos de unos pocos clérigos, que no reconocen que ellos y todos pasaremos, pero las hermandades continúan a pesar de sus zancadillas y rencillas con las juntas de gobierno.
Inevitablemente, la religiosidad popular yacente en el fondo y la forma de la vida cofradiera, llama la atención de algunos estudiosos encuadrados en el agnosticismo o en el relativismo. Para estos lo importante es el “índice cultural y artístico” que encierra la Semana Santa con una masa popular tras una sagrada imagen tallada por autor anónimo o por algún conocido artista del barroco, y de los años actuales.
La música, la vestimenta, la alimentación, la fotografía, la filmografía, el turismo… son, igualmente, componentes de un movimiento de religiosidad de un pueblo que cada primavera saca en procesión a Cristo clavado en el madero de la Cruz, patíbulo ignominioso de los peores criminales del extinto Imperio Romano.
Por lo tanto, la Semana Santa ha merecido y obtenido ser objeto de estudio para creyentes y descreídos, sin explicarse todavía con razones convincentes, las entrañas de cómo un pueblo sale a la calle tras sus imágenes sagradas con una dosis de fe que tumban a muchos al suelo.
Y aquí es donde está la esencia de la Semana Santa. Es la fe de tradición familiar, es la fe de educación personal, es la fe, regalo de Dios a la persona, la palanca que mueve todo el motor del corazón de un pueblo que adora a Cristo Redentor, igual en todo a nosotros, menos en el pecado, que muere en la Cruz y resucita al tercer día para salvación de toda la humanidad.
El que desee reírse, mofarse, pisar u ofender a la Semana Santa es un enfermo mental. Y merece el perdón de Dios porque no sabe lo que hace o dice. Unos y otros perdonamos.
Tomás de la Torre Lendínez
-----------------------------------------------------------
Invito a leer gratiss:
Pregón de la Santa Cena de Jaén
Enlace:
http://marianojv.esy.es/Minfer.html
Muchas gracias.