La España que convierte el masaje cardíaco de un policía a un inmigrante de Lavapiés en un acto racista es la misma que aplaude a Willy Toledo por atreverse a insultar a Dios. Insultar a Dios en España no es como insultar Putin a la cara en un laboratorio de la KGB. Por lo general, sale gratis, aunque en esta ocasión la asociación de abogados cristianos ha conseguido que un juez llame a declarar al actor por presuntas ofensas a los sentimientos religiosos. Aunque la justicia no es el polonio que utiliza el catolicismo para librarse del intérprete madrileño, la citación ha sido calificada de acto inquisitorial por quienes no entienden que en el ámbito de la fe Dios no es persona jurídica sino primera persona. En otras palabras, no es lo mismo ciscarse en la banca que en Ana Patricia Botín.
Hablar claro no tiene nada que ver con echar pestes, pero en la España actual se relacionan ambos conceptos porque la España actual no tiene a Cervantes como autor de cabecera ni a Lope como poeta de guardia ni a González Ruano como redactor jefe de opinión. De hecho, cualquier español se cree hoy capacitado para ejercer las funciones de redactor jefe de opinión. Lo que explica que Toledo crea sinceramente que lo que escribe contra Dios es ateísmo intelectual, cuando lo cierto es que utilizar un vocabulario de carretero no le capacita para convertirse en alternativa del camino, la verdad y la vida.
Ni siquiera para convertirse en actor. A lo que son como él los retrató bien Larra en uno de sus artículos de costumbres: es de los que suple lo que le falta de talento con lo que le sobra de descaro. Por eso destaca en la comedia. En la española, claro, no en la inglesa, ya que carece de la finura de David Niven, quien cuando interpretaba con una copa de coñac en mano lograba que el espectador abstemio simpatizara con la solera reservada. Pongan la copa en mano del activista y el resultado no será el mismo. Por no hablar del bigote londinense de uno y de la barba cubana del otro. O de sus respectivos discursos públicos. A Niven jamás se le habría ocurrido ajustar cuentas con Dios en el inodoro, que parece, por lo que le cunden allí las ideas, la mesa de despacho de Willy Toledo.