Ha sido un día memorable, amigos. El día de la salida de "El Santo", el libro-instrumento del Padre Pío, a las librerías de  España entera. Pero el Padre Pío no tiene fronteras. Así que me he pasado horas interminables atendiendo a la avalancha de mensajes privados procedentes de México, Argentina, Colombia, Italia, Alemania, Portugal... y por supuesto, de España.
En muchos de ellos me pedían oraciones al Padre Pío por personas enfermas de cáncer, matrimonios rotos, hijos atrapados en las drogas, parados sin esperanzas...
Apretando un trozo del paño que cubría el costado llagado del santo de los estigmas contra mi pecho, le he pedido que los consuele. Como le imploro que este nuevo libro suyo sea, como lo sigue siendo el primero, un poderoso instrumento de conversiones y curaciones.
Dios sabe que ya no me mueven la fama, la celebridad ni los halagos, sino la imperiosa necesidad de salvar almas en una sociedad tan sedienta de Amor.
Hay muchas personas sufriendo. Nadie absolutamente se libra del sufrimiento. Pero llevar esa cruz, por pesada que sea, con la ayuda del Padre Pío nos convierte en cireneos capaces de sonreír. 
No es masoquismo. Es una realidad: lo mejor siempre se compra al precio de un sufrimiento. Qué gran contradicción humana, ¿no es así? Pero es verdad. El Padre Pío lo sabe muy bien. 
Ahora, releo su libro porque no es mío, aunque lo haya escrito yo. Jamás me había sucedido algo parecido con ningún otro libro mío sobre los Borbones o la Guerra Civil española. Releer "El Santo" me ayuda a ser mejor persona. Siento el amor al prójimo porque amo a Jesús y no me avergüenzo de Él.
Escribir libros como éste, que ayudan a los demás, es una gracia con la que nunca soñé. Pero Jesús siempre nos sorprende si confiamos en Él. Y el Padre Pío está siempre ahí, en la retaguardia, para ayudarnos a ser felices de verdad.
¡Gracias, Padre Pío, por cambiar mi vida! Ahora te pido que cambies la de tantos millares de almas que no comprenden todavía que es imposible ser feliz sin Dios. Paz y Bien, amigos.