4º domingo de Cuaresma
[Continuamos también este domingo con el Evangelio de san Juan. El texto de hoy forma parte de la conversación de Jesús con Nicodemo. El motivo central de toda la conversación es el nacer de nuevo, es decir, creer en Jesús para alcanzar vida eterna, una vida que puede comenzarse a vivir en esta historia gracias a la fe.]
Si te ayuda, puedes empezar así: -Estás, Señor… -Estoy, Señor… En tu Presencia me pongo y me expongo dejándome interpelar por tu Palabra: “Habla, Señor, que tu siervo escucha”. Y hazme dócil de mente y corazón…
Del Evangelio de san Juan 3,14-21. (Es mejor tener el texto a mano y leerlo ahora)
- Dijo Jesús a Nicodemo: “Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna. Porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.
-Imagina la escena y contempla despacio a los dos: Jesús y Nicodemo hablando a solas y en la intimidad de la noche, como solía hacer este personaje, No quería que le vieran y menos que estaba interesado por Jesús. ¿No te pasa algo de eso a ti con respecto a la práctica de tu fe, y a tu vivir cristiano conforme al Evangelio? ¿Por qué esa vergüenza? ¿Es que no crees ni amas todavía a Jesús en serio y de verdad? Sincérate contigo y con el Señor. Sé valiente. En esta Cuaresma tienes una gran oportunidad.
-En esa contemplación escucha ahora las palabras de Jesús. En este caso tú eres Nicodemo. La serpiente de bronce fue puesta en un palo por Moisés. Dios se lo había indicado, para que quien fuese picado por una de ellas, elevase los ojos a la serpiente de bronce y fuese curado. Es una imagen profética de cuanto iba acontecer con Jesús: levantado en la cruz, todo el que le mire con fe, crea en Él, no perezca y tenga vida eterna. Atento, pues. Mirar a Cristo crucificado con fe es entrar en comunión de amor con él y participar en su ofrenda por la salvación del mundo, y la de aquel que le mira. Ponte a mirar al Crucificado con fe serena y participa de sus amores y sus dolores por ti. Dale gracias y pregúntate como nos enseña san Ignacio: Y yo, ¿qué he hecho por Cristo? ¿Qué hago por Cristo? ¿Qué estoy dispuesto a hacer por Cristo? Guarda silencio y escucha su Corazón y el tuyo… ¡Y mira después el rostro de los crucificados de hoy!
-Todo esto parte del Amor de Dios: Porque tanto amó Dios al mundo, que entregó al Hijo. No se lo reservó. Y esa locura de Amor, se entiende, no fue para juzgar ni condenar al hombre, sino para salvarlo y darle ya vida eterna. Al hombre le pide: mirarlo, creer en él y a partir de ahí, poseer la misma vida del Padre y del Hijo. Y darse a los crucificados de hoy. Es todo muy sencillo: el amor del Padre consiste en dar a su Hijo único; el amor del Hijo consiste en dar su vida por nosotros; el amor nuestro consiste en dar… ¿qué? Ten en cuenta que la respuesta humana a esos amores consiste en creer, es decir, en confiar y abandonarse en manos de Dios, dispuesto siempre a recorrer el camino que nos señala su santa voluntad: que es Jesús y su Divino Espíritu como luz y guía. La Cuaresma nos da la oportunidad de recorrer mejor ese camino.
Señor, cuánto amor, cuánta entrega, cuánta generosidad por mí, por mí, por cada uno de tus hijos. Que no me falte, Señor, tu fuerza pues mi querer y mi fe son todavía débiles. Creo y quiero, pero aumenta mi fe, mi amor, mi entrega. Amén
- El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Unigénito de Dios. Éste es el juicio: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra el mal detesta la luz, y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras. En cambio, el que obra la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios.
-Estas palabras de Jesús son claras y no necesitan darles una y mil vueltas (necesitan, eso sí, rumiarlas y meditarlas en el corazón), para captar su valor salvador: fe, juicio, luz, tinieblas, obras malas, obras buenas o de verdad porque están hechas según el querer de Dios y no según el propio querer e intereses. Cada uno es libre para elegir. Dios nos deja a nosotros la decisión. ¿Sabré elegir de una vez por todas en esta Cuaresma?
-El juicio de Dios se realiza en nuestro corazón, según que esté habitado de luz o de tinieblas, de obras buenas o malas. Lo cierto es que el camino cuaresmal nos va sacando de nuestras mentiras y nos va conduciendo a la luz y a la verdad. No hay mejor camino que las palabras de Jesús, aunque haya otras ofertas basadas en la ciencia, en la tecnología, en la mentira, en los múltiples caminos que nos ofrece la sociedad consumista en que vivimos, la mundanidad que nos rodea y las mil y una libertades tontas que nos permitimos, engañándonos. Importa vivir unidos a Cristo, Él ocupa un lugar preeminente en el amor y el juicio de Dios. Y ha de tenerlo en mi corazón. ¡Anímate en esta oportunidad cuaresmal y vivirás una Pascua de Luz y de Fuego!
Señor, Luz del mundo y de cada corazón humano. Quiero dejarte todo el espacio de mi corazón para ti. Acaba tú con las tinieblas de la mentira y el error, y enciende en mí la hoguera de tu Amor. Amén