¿Qué templo? El templo de Jerusalén. Este templo era el único lugar en el mundo donde se celebraba la liturgia y se adoraba a Dios. Si se destruía ¿Qué templo quedaría para adorar a Dios? Cristo nos lo deja claro: Él iba a ser el nuevo Templo tras resucitar. Recordemos lo que Cristo dijo a la Samaritana:
Jesús le dijo: Mujer, créeme; la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. Vosotros adoráis lo que no conocéis; nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. Pero la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque ciertamente a los tales el Padre busca que le adoren. (Jn 2, 21, 23)
¿Cómo tenemos que adorar a Dios? En Espíritu y Verdad. ¿Dónde? En Cristo, que es el nuevo Templo, el Templo deseado por Dios. El Templo que nos entrega tras la redención. ¿Qué pasa con el antiguo templo, sus reglas y quienes los gestionaban? Desaparece, se eclipsa y es arrasado por los romanos. Los que utilizan la fe para dominar a los demás, terminarán siempre perdiendo aquello que no puede ser vendido ni comprado.
Los que venden en la Iglesia son los que buscan lo que les agrada y no lo que le agrada a Jesucristo, haciéndolo todo vendible, porque quieren ser pagados. Simón Mago quiso comprar la gracia del Espíritu Santo, porque se proponía venderla. (San Agustín. De Cons evang, 2, 67)
No deberíamos de perder la esperanza cuando vemos que el Templo de Dios es utilizado de forma egoísta. Cuando vemos que la Sacralidad es moneda de cambio y piedra de discordia. Cuando no sentimos junto a nosotros una comunidad que nos acoja y nos arrope. Aunque parezca que el Templo se colapsa, tenemos que vivir con esperanza. Cuando Dios señale, el Templo, Cristo, se hará presente y dispersará a quienes utilizan la Verdad para sus intereses personales.
"Vosotros sois cuerpo de Cristo y miembros de miembro" (1Cor 12,27). Y así como vemos que se destruye el edificio levantado con piedras, también todos los huesos de Jesucristo habían de disgregarse con las contrariedades de las tribulaciones; mas sería reconstruido y resucitado al tercer día, porque estaría presente en el nuevo cielo y en la nueva tierra. Así como el cuerpo visible de Jesucristo fue crucificado y sepultado, y resucitó después, así el cuerpo total de Cristo, formado por los santos, está crucificado con El. Cada uno de ellos en ninguna otra cosa se gloría más que en la cruz de Jesucristo, por medio de la que vive crucificado al mundo. (Orígenes. In Ioannem, tom. 11)
Somos miembros de los miembros de Cristo. Nada debemos temer. Busquemos vivir la Cuaresma con sencillez. Es decir, sin crear construcciones humanas para llegar a Dios. Sin darle más importancia a lo que se dice en los medios, que a lo que Cristo nos dejó bien claro en los Evangelios. Vivamos la Cuaresma con la humildad del publicano que se siente incapaz de llegar a Dios por sí mismo y sufre donde nadie lo ve. No nos hace falta ser alabados por los demás. Sólo Dios merece todo el honor y la gloria. Vivamos la Cuaresma con confianza, porque quien sabe que las mareas son controladas por el Señor, sabe que toda tempestad tiene fecha para terminar. Unidos a Cristo y a la Iglesia, que peregrina desde el siglo I.