Perdone, don Tomás, mi atrevimiento por dirigirle esta carta. Pero creo que usted publicará lo que le cuento a continuación.
Tengo 70 años, estoy jubilado en mi trabajo de maestro de escuela, como me gusta llamar a la vocación de enseñar a los demás. Mi nombre es Faustino Garrido Cruz.
Mi padre era socialista, que estuvo preso tras su participación en el bando republicano durante la contienda civil. Permaneció cuatro años acusado de cooperación a la ocupación de fincas agrarias en los años previos al conflicto. Crecí en un ambiente de aborrecimiento del régimen de Franco, pero, a pesar de todo, pude estudiar y hacerme maestro, como he dicho antes.
Cuando llegó la democracia me alisté en el partido socialista, en el cual he participado en todas las campañas electorales como he podido: pegando carteles, repartiendo propaganda y, algo que nunca hice fue adoctrinar en las aulas a los niños.
Mi padre murió en su cama, tras ser albañil y conseguir una buena jubilación económica. Siempre me comentó que olvidara las afrentas del régimen franquista y viviera la moral del buen socialista: compartir y repartir con los que no tienen nada. Y así he vivido.
Con la llegada de Zapatero al poder y su revisionismo del pasado de la Guerra Civil, metido en la ley de memoria histórica, comencé a enfriar mi entusiasmo por el partido socialista, porque nunca me han gustado las venganzas, los odios y las revanchas.
Cuando Pedro Sánchez fue echado por la ejecutiva disfruté, porque creí que un “dictador” loco de gloria y poder, salía para no volver. Me equivoqué. Su vuelta fue el motivo para que entregara en la agrupación mi carnet de viejo socialista.
Ahora, con la acción de sacar a Franco de su fosa, me reafirmo en que es un tipo muy peligroso, corto de luces intelectuales, pero lleno de odio hasta las orejas.
Conozco a militantes socialistas que están en contra de exhumar al cuerpo de Franco, si hubiera hecho un plebiscito dentro del partido hubiera perdido por goleada. Se lo aseguro.
Sirvan estas líneas, don Tomás, como descargo de mi conciencia socialista que recibí de mi padre, quien me invitó siempre al perdón y el olvido.
Perdone esta carta tan larga, pero necesitaba contarle a alguien como usted lo que he escrito.
Atentamente le saluda
Faustino Garrido