Acá en Ecuador se pretende meter la ideología a como dé lugar, sea por las mallas curriculares, sea por las leyes civiles, sea bajo el título sacrosanto de “Protección de la Mujer”, pero la cuestión es que, cada tanto salen nuevas propuestas de ley, con sus respectivos líderes de opinión.
Muchos no logran comprender por qué reaccionamos ante el uso de términos como “transversalización de género”, “nuevas masculinidades”, “mujeres diversas”, etc. Y hay quienes incluso lo atribuyen todo a la actitud “oscurantista” y “retrógrada” de los católicos. Como si lo que estuviese en discusión fuese algún dogma de la Iglesia, como si estuviesen negando la divinidad de Jesucristo o la maternidad divina de María. Esos temas quedaron zanjados en los Concilios de los primeros siglos. Lo que hoy discutimos, es un tema de interés público que afecta al bien común.
El asunto es el siguiente: así como sería absurdo que el Estado se metiese a opinar o negar dogmas religiosos (porque no es su campo, porque no le compete), así de absurdo e ideológico, es que el Estado pretenda por vía de decreto, suministrar o influir en el contenido que imparten los sistemas educativos a nivel nacional con respecto a educación sexual, y en este caso, con respecto a la identidad de los ciudadanos, que más específicamente, se refiere a los niños y jóvenes, que son los más vulnerables a asimilar ideologías. Es verdad que a esto nos tienen acostumbrados los socialismos, a la intervención constante del Estado, pero, así como ciertos líderes de opinión gustan de ser críticos con los casos de pederastia en la Iglesia, deberían serlo al evitar adoctrinamientos ideológicos a los menores de edad.
“No tiene nada que ver con ideología de género”
Esta es la afirmación ingenua e insulsa que pregonan quienes promueven esta agenda, y como si de una autoridad moral se tratara, invocan a la ONU. Como si ignorásemos que la ONU es una organización internacional que promueve el aborto, sobre todo en los países más pobres – porque es la manera más rápida de reducir la pobreza, matar a nuevos pobres –, la eutanasia y la ideología de género. Hay quienes incluso se atreven a negar que existe “ideología de género”, como si los baños para niños trans en Chile y los cuentos de relaciones homosexuales para niños de básica en España, hubiesen salido de la nada, por arte de magia. Así de tontos nos creen y así de ingenuos nos quieren.
“Es para erradicar el machismo”
Resulta que hasta antes de proponer “nuevas masculinidades”, el término “hombre” y “masculino” eran sinónimos de barbarie, machismo, violencia y abuso. Yo no recuerdo en ningún momento de mi niñez y adolescencia haber recibido esta educación en la escuela o el colegio. En el colegio no nos enseñaban a pegarle a las mujeres, ni se nos prohibía llorar cuando se moría un ser querido. Fue más bien en el colegio, donde – cuando hasta entonces existía la materia de urbanidad, algo desconocido ya para esta generación – aprendí los modales, y a ser un caballero, a respetar a las mujeres y a tratarlas como quisiera que traten a mi madre. Fue mi padre quien me enseñó a ser colaborador en casa, porque él también ayudaba en la cocina, y a poner los platos y a lavarlos, y lo vi llorar algunas veces. Les comento que no soy la excepción.
No necesitamos “nuevas masculinidades” y mucho menos que el Estado nos enseñe sobre “géneros”. Lo que se necesita es fortalecer a la familia, porque esta educación le compete a los padres y no al colegio.
Ciertamente el decreto fue reformado en sus términos, sin embargo, nos compete a nosotros como ciudadanos, mantenernos alerta, para ver cómo estas disposiciones se traducen en los textos escolares.