Este año se celebran los 800 años del encuentro entre san Francisco de Asís y el sultán de Egipto. Ayer, viernes 4 de octubre, celebrábamos su fiesta. Meses antes de su muerte, había compuesto la última de las estrofas de su Cántico a las Criaturas:
Y por la hermana muerte, ¡loado, mi Señor!
Ningún viviente escapa de su persecución.
¡Ay si en pecado grave sorprende al pecador!
¡Dichosos los que cumplen la voluntad de Dios!
¡No probarán la muerte de la condenación!
Servidle con ternura y humilde corazón,
agradeced sus dones, cantad su creación.
Las criaturas todas, load a mi Señor.
El movimiento renovador que San Francisco suscitó en la Iglesia ha dejado sentir su influencia bienhechora larga y profundamente en el pueblo de Dios. Aquel que pretende ver en el de Asís a un simple ecologista, que lea este Cántico; que lo lea y descubra una impresionante página literaria, mejor aún, una joya espiritual. Junto a todas las criaturas -el sol, la luna, el agua, la tierra…-, Francisco termina su Cántico con el perdón, la enfermedad, la tribulación, la muerte, la ofensa contra Dios, la humildad… Francisco dejó su casa, abandonó la herencia que le pertenecía y logró ser pobre y humilde. Cuando cerrara sus ojos, seguro que recordaría este versículo con el que hoy finaliza el Evangelio: -Siervo inútil soy. No he hecho más que lo que tenía obligación de hacer.
Nosotros hoy, con los apóstoles, también pedimos:
¡Señor, auméntanos la fe!
Sin una fe fuerte os faltará el apoyo -afirma san Juan Pablo II-, seréis zarandeados por las doctrinas cambiantes de la época. Sí, también hoy existen ámbitos en los que no se soporta la doctrina sana, en los que se buscan nuevos maestros según los gustos de cada cual; maestros que halagan los oídos. No os dejéis engañar. No sucumbáis ante los profetas del egoísmo, de la autorrealización malentendida, de las ofertas terrenas de salvación, que pretenden configurar el mundo al margen de Dios.
Muchos se han vuelto demasiado prudentes o lo calculan todo tanto que hacen trizas el Evangelio, la fe infantil y la confianza en Dios.
La fe es siempre un riesgo incompatible con las seguridades terrenas. El que tiene todos sus flancos asegurados no necesita esperar nada de nadie, ni depender de otros o estarles agradecido. Es autosuficiente. Pero su frío mundo de autosuficiencia se halla en oposición al mundo del amor, al mundo del Evangelio”. 1
¡Qué fuerza tienen las palabras del Señor!:
Si tuvierais fe como un grano de mostaza, diríais a esa morera: arráncate de raíz y plántate en el mar, y os obedecería.
¡Pero nos da tanto miedo…! Nos falta fe ante las dificultades; nos falta fe ante la carencia de medios, ante el apostolado, ante los acontecimientos que no sabemos interpretar desde un punto de vista sobrenatural…
Tenemos necesidad de más fe. ¡Señor, auméntanos la fe!
Y la fe se aumenta con humildad, con buenas obras. La fe se aumenta pidiéndola...
En su visita a Zaragoza, en el año 1984, san Juan Pablo II nos dijo:
¡Sed firmes en la fe! ¡Sed coherentes en vuestro comportamiento personal, familiar y público! ¡Sed coherentes con las enseñanzas y los ejemplos de Jesucristo! Firmes en la fe, dad testimonio práctico de la grandeza, de la bondad de Dios, ante aquellos que no le conocen o, conociéndole, parecen avergonzarse de Él.
Es sencillo. El Señor hoy nos pide bien poco. Tan sólo fe como un grano de mostaza. El grano de mostaza, la semilla de mostaza es la más pequeña de todas las semillas; es insignificante, apenas se ve. Como hoy San Pablo nos invita en la segunda lectura, tenemos que saber guardar este precioso depósito de la fe, con la ayuda del Espíritu Santo, que habita en nosotros. Que a lo largo de toda esta semana hagamos nuestra esta petición; corta, breve, pero enjundiosa:
¡Señor, auméntanos la fe!
Este lunes celebramos la fiesta de Nuestra Señora del Rosario. El rezo del Rosario nace de la concepción, absolutamente tradicional en la Iglesia, de que la maternidad de la Virgen María y las escenas comunes de su vida y de la de Jesús son alegrías que superan todas las demás alegrías.
Cuando el Ángel llevó el anuncio a María, resonó por primera vez la alegría paradisíaca de la redención: Dios te salve, María, llena eres de gracia. Por medio de María esta misma alegría vibra en el pueblo cristiano, que como acción de gracias le repite a la Virgen esas palabras que la hicieron estremecer y después de Ella a todos los que han sido partícipes de su alegría.
Lo importante es saludar a María como lo hizo el Ángel.
Como siglos después solía hacer san Gregorio Magno en Roma cuando era monje, ante una imagen que aún se llama Virgen del Saludo y que se conserva en la Basílica de los santos hermanos médicos Cosme y Damián. Se dice que a la Virgen le gustaba tanto ese saludo, que se le apareció a Gregorio, entonces demasiado ocupado en sus tareas de Papa para dedicarse a esa pequeña devoción, y dulcemente le reprochó: Gregorio, ¿por qué no me saludas al pasar como solías hacer?
Lo importante es saludar a María como se hizo después de la victoria de Lepanto, ocurrida precisamente en el primer domingo de octubre (7 de octubre de 1571), cuando San Pío V, que según las crónicas estaba seguro de la victoria antes de recibir la noticia, decretó que todos los primeros domingos de octubre se debía conmemorar la fiesta de Nuestra Señora de la Victoria. Posteriormente esta fiesta recibiría el título de la Bienaventurada María Virgen del Rosario.
Lo importante es saludar a María como lo hacía, a mediados del siglo XIX, santa Bernadette Soubirous, que no sabía ni leer ni escribir durante las apariciones de Nuestra Señora de Lourdes, y que dirá: Sólo sabía rezar mi rosario. Esta fue la primera forma de entendimiento común, silencioso, entre ella y la Señora que se manifestaba misteriosamente en la gruta de Massabielle. Los hechos de Lourdes (1858) tendrán en la época contemporánea un alcance aún más grande que Lepanto.
El rezo continuo del Rosario, meditado o no a los pies de la gruta, es como una escuela permanente de oración en la que participan tantos peregrinos desde 1872, cuando empezaron las peregrinaciones francesas y desde otros puntos de Europa. Oración de grupo y también oración personal. Lo que se aprende y vive en Lourdes repercute en todas partes.
En las letanías lauretanas se invoca a María como Auxilium christianorum a partir de la victoria de Lepanto. Y Regina sacratissimi rosarii sólo desde el papado de León XIII que le dio este título. León XIII se hace intérprete de este impulso de la gracia que supone el rezo del Rosario y lo recomienda en dieciséis de sus documentos y habla de él como arma de victoria de manera particular cuando el poder de las tinieblas parece que a todo se atreve para destruir la religión cristiana.
De más actualidad que nunca, el rosario abre un espacio de comunicación entre lo visible y lo invisible, un camino de unificación de los niveles humanos y espirituales. Tenemos que mantener firmemente el rosario entre nuestras manos, como el pequeño David su honda, y Dios nos hará participar en la victoria del Resucitado.
Octubre, nos decía san Juan Pablo II, es el mes en que se venera a María Santísima, Reina del Santo Rosario. En el contexto internacional actual, invito a todos -personas, familias, comunidades- a rezar el Rosario, si es posible todos los días por la paz, para que el mundo sea preservado del inicuo flagelo del terrorismo. La terrible tragedia del 11 de septiembre pasado será recordada como un día oscuro en la historia de la humanidad. Ante esta situación, la Iglesia quiere ser fiel a su carisma profético y recordar a todos los hombres su deber de construir un futuro de paz para la familia humana. Ciertamente la paz no está desligada de la justicia, pero siempre debe ser alimentada por la clemencia y el amor1.
Lo importante es saludar a María, como lo hizo el Ángel. En los momentos de oscuridad, que sepamos repetir: Señor, auméntanos la fe. Es verdad que si nuestra fe crece, si tuviéramos fe -como nos dice Jesús- como un granito de mostaza, si confiásemos más en la Providencia, en el amor de Cristo, podríamos hacer tantas cosas... ¡Podríamos llevar su Palabra a tantos lugares...! Tendríamos la seguridad con la que Jesús nos hace repetir: Somos unos pobres siervos. Hemos hecho lo que teníamos que hacer.
Lo importante es, en esos momentos de dificultad, de cansancio, de penurias, de pruebas, repetir: Señor, auméntanos la fe. Y saludar a María para que la alegría cristiana, la alegría de la esperanza en Cristo, renazca en nosotros y seamos los perpetuamente felices porque María nos ha entregado a su Hijo, nos lo ha dado como salvación para seguir su camino, para vivir sus palabras.
PINCELADAS MARTIRIALES: 1915 + 3 + 1
A los 1915 santos y beatos que la persecución religiosa sufrida en los años 30 en nuestra nación están a punto de sumarse en primer lugar las tres enfermeras de la Cruz Roja de Astorga, asesinadas en Somiedo, y, a partir del pasado miércoles, Juan Roig Diggle, asesinado con 19 años. En total, son 1919.
God is with me
Juan Roig era vicepresidente del Consejo Comarcal de la Federación de Jóvenes Cristianos de Cataluña para el Maresme.
Ahora más que nunca hemos de luchar por Cristo. Estas fueron las palabras del joven “John” como le llamaban sus amigos, cuando las juventudes liberadas quemaron su federación, pasó varios días sin decir palabra hasta que lo primero que dijo fue Ahora más que nunca hemos de luchar por Cristo. Así lo cuenta la hermana de Juan.
La noche del 11 de septiembre de 1936, Juan hacía poco que había llegado a casa de visitar a la familia Rosés. Entonces, los milicianos golpearon su puerta. El joven, se apresuró a sumir las Sagradas Formas como viático. Cuando se lo llevaban abrazó a su madre y se despidió de ella en inglés para que no le entendieran: God is with me (Dios está conmigo).
La patrulla de las juventudes libertarias de Badalona, tras varios desplazamientos, le llevó junto al cementerio nuevo de Santa Coloma de Gramanet, donde aquella noche, víspera del 12 de septiembre de 1936, festividad del Dulce Nombre de María, era asesinado de cinco tiros dirigidos a su corazón y uno de gracia en la nuca. Le permitieron dirigirles la palabra. Las últimas que salieron de sus labios fueron: Que Dios os perdone como yo os perdono.
Uno de los verdugos aseguró que: Aquel chico rubio era un valiente. Murió predicando, diciendo que nos perdonaba, y que pedía a Dios que nos perdonará. Casi nos conmovió. Al ser exhumados sus restos se le reconoció la entrada de una bala por la parte posterior del cráneo y otras cinco heridas en el pecho.
Aquí podéis descargaros su vida:
http://hispaniamartyr.org/Martires/11_9_Roig.pdf
1 P. WERENFRIED
1 San JUAN PABLO II, Ángelus, 30 de septiembre de 2001.