Aceptarlo, sí, con mucha paz y dando gracias a Dios porque nos permite seguir vivos a pesar de nuestros pecados. Miente quien dice que no tiene pecado, de modo que no nos excusemos. La maldad de un solo pecado es maldad infinita. Hagan examen de conciencia, recuerden, revivan. Es normal que se les caiga la cara de vergüenza. A mí me dan ganas de esconderme y de no mirar a nadie por no mancharle con mi pecado. Y Dios no me ha fulminado con un rayo. ¡Bendita sea Su Misericordia!
Además, nos hace el regalo de poder sufrir en este mundo. Males grandes o pequeños. Pero por grandes que sean, nunca, jamás, podrán compensar ni justificar nuestra maldad. Merecemos lo que nos pasa por terrible que sea. Merecemos cualquier dolor. ¿O no? ¿Se atreve alguien a decirme que no lo merece? ¿Se atreve alguien a decirme que prefiere el Purgatorio? Merecemos el infierno y es solo el buen Dios quien nos lo evita con sus regalos de dolor y sufrimiento. ¿Se lo agradecemos? ¿Estamos dispuestos a sufrir más? Si consideran con calma su pasado y su pecado, me dirán que sí; que Dios no merece el maltrato que le hemos dado y que nuestra aceptación del dolor es de justicia. Esto lo entendieron muy bien todos los santos, en especial los penitentes.
Paz y Bien.