Antes que nada quiero recordar que es 11 de Marzo, ofrecer una oración por todas las víctimas del 11M de 2004 y enviar un abrazo muy fuerte a sus familiares, a todas las otras víctimas y a todas las personas que cuidaron de ellos y de todo Madrid.
Estamos en Cuaresma y este año no lo he recordado en el blog. No es de extrañar, estoy muy despistada con el covid y toda su carga tóxica. Este año no he compartido mi canción favorita de Cuaresma, no he interiorizado el espíritu de conversión y penitencia, los viernes me pilla por sorpresa que es abstinencia… ¡un desastre! Soy así de poca cosa, qué le voy a hacer.
Hace casi 1 año escribí que el mundo está de rodillas y así seguimos: de rodillas suplicándole a Dios que se termine la pandemia. A ratos rezamos, a ratos lloramos, a ratos pedimos, a ratos exigimos, a ratos suplicamos, a ratos gritamos, nos desesperamos, nos enfadamos con Él porque no nos escucha… Igualito que nuestros hijos cuando nos piden algo y no se lo damos enseguida, que a veces se van dando voces o un portazo, pero nosotros esperamos para dárselo a que sea el momento adecuado, ¿verdad? Pues Dios igual.
A Él no le importa que yo esté fuera de onda porque sabe que le amo con todo mi corazón, con toda mi alma, con todas mis fuerzas y con toda mi mente (cif. Lc 10, 27) y que hago todo lo que puedo para que sea el centro de mi vida, de mi día. Con eso le basta, todo lo que me falta lo va poniendo Él sin que me dé cuenta. Él quiere mi amor y eso ya lo tiene.
El segundo domingo de Cuaresma leímos en misa lo que le pasó a Abraham, cómo Dios le puso a prueba hasta el límite pidiéndole la vida de su único hijo en sacrificio. ¿Recuerdas, Isaac, “la sonrisa de Dios”?
La lectura de la misa no dice nada de si Abraham se escandalizó, de si tuvo dudas ni de si pensó en hacerse el sueco ante la locura que Dios le pedía, pero seguro que sintió alguna de estas cosas o todas a la vez. Seguro que habló mucho con Dios sobre ello, que eso es rezar, hablar con Dios de lo que sea. Y aunque Dios aparentemente no le contestó, él confió y le dio lo que le pedía aun sin entender nada de nada. Y cuando Dios vio su fe, su confianza y su entrega le premió: no sólo no tomó la vida de Isaac sino que el ángel le dijo de parte de Dios “Por mí mismo he jurado, dice Jehová, que por cuanto has hecho esto, y no me has rehusado tu hijo, tu único hijo, de cierto te bendeciré, y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del mar; y tu descendencia poseerá las puertas de sus enemigos. En tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra, por cuanto obedeciste mi voz” (Gen 22, 16-18). Dios es así, unas veces actúa sin que se note y otras lo hace un poco a lo bestia, según necesitemos.
Dios siempre nos escucha aunque no lo parezca, siempre está haciendo cosas para nuestro bien. Hay una escena en la película La Cabaña que me chifla: Mac sale al porche de la casa donde vive la Trinidad y ve a Dios Padre en su apariencia de mujer súper madraza sentada tranquilamente con unas gafas de sol. Le dice algo así como ¿pero qué haces, no tendrías que estar cuidando del mundo? Y Dios le responde sin inmutarse: “Ni te imaginas la cantidad de cosas que estoy haciendo ahora mismo.”
Algunos lectores me han dicho que los dejé preocupados con mi último post y les pido perdón, es que estoy un poco rota, como todo el mundo. ¡Hay tanta gente rota por el covid! Rotos que se lo han buscado por no tomárselo en serio y correr riesgos a lo loco, como los irresponsables que siguen acudiendo a fiestas ilegales o los que se niegan a usar mascarilla. El que juega con fuego se quema pero hay quien se lleva por delante a otros, los rotos inocentes que son los que más me duelen. Pero una persona rota es una persona rota y eso es terrible.
El mundo está de rodillas y roto, dan ganas de bajarse en la próxima, ¿verdad? Pues no podemos. No podemos escaquearnos y meternos en casa a llorar. Hay que meterse en casa, por supuesto, pero para arremangarse y ponerse a arreglar todo lo que está roto empezando por las personas que tenemos al lado. ¿Y cómo? Pues mira, deja que te responda el padre Tomeu con este vídeo que publicó Religión en Libertad el 27 de febrero: https://www.religionenlibertad.com/video/129661/cuaresma-cristo-roto.html
No tengo la suerte de conocerle, ¡ya me gustaría!,pero desde aquí le expreso mi gratitud por su testimonio de amor, por su sencillez, porque me ha conmovido y me ha hecho apartar la mirada de mis heridas para ponerla en las de Cristo presente en cada persona rota que tengo cerca, aunque no sepa o no pueda repararla. ¡Gracias, padre Tomeu!
Siempre hay esperanza aun en medio de lo más terrible. Jesús mismo dijo a sus mejores amigos “(…) mi alma está muy triste, hasta la muerte (…)” (Mc 14, 34), y lloró y se sintió tan angustiado que sudó sangre. Pero rezó y confió contra toda lógica; sufrió, sí, y murió padeciendo muchísimo pero el Padre lo reconfortó, lo escuchó y lo resucitó.
Una de las cosas que me estresan de la pandemia es la permanente sensación de incertidumbre: no saber qué va a pasar no sólo en general sino en mi día concreto, de un rato para otro.
A mí me facilita mucho la vida planificar, organizarme aunque luego pierda la agenda y no me acuerde de lo que había pensado o pase algo que me cambie los planes. Pero es distinto haber planificado y tener que recolocar como en el Tretris que no poder siquiera hacer planes porque todo está fuera de tu control. A mí eso me desquicia.
Y me ha pasado muchas veces durante el último año: no saber si voy a poder salir de casa, si voy a poder entrar en la iglesia o va a estar cerrada, si voy a poder ir a la compra o qué voy a encontrar en el supermercado, si la PCR será positiva o negativa, si mi barrio seguirá confinado… y así un montón de cosas un día y otro.
Una amiga muy querida me dijo el otro día “no hagas planes, no pienses en el futuro, vive al día” y yo pensé ” ¡puf, imposible!” pero le hice caso y empecé a rezar así: “Señor, te pido paz para hoy, fe para hoy, confianza para hoy, discernimiento para hoy, sabiduría para hoy, paciencia para hoy, amor para hoy, buen humor para hoy.” ¡Y funciona!, al menos lo de la paz y la confianza, lo demás habría que preguntárselo a mi familia.
Mi vida sigue siendo la misma, no ha cambiado desde hace 2 jueves pero yo sí he cambiado, he dejado de apretar los dientes y los puños y me he apoyado sobre el pecho del Señor para que Él me sostenga ¡y no sabes qué alivio!, porque noto por dentro que de verdad Él me sostiene y lleva casi toda mi carga, que me consuela y me da paz.
Pero es que además tiene unos detalles preciosos, verás: varias veces por semana hago el mismo trayecto en autobús y un tramo discurre por la NII y en medio de ninguna parte, en un punto de la autopista que nadie mira, ayer vi 2 almendros en flor tan juntos que parecían uno solo, uno blanco y el otro rosa. Dios sabe que me encantan, sobre todo los de color rosa. Y ahí estaban, en medio de ninguna parte para que yo los viera.
¿Cuántas veces ha hecho lo mismo contigo? Piénsalo.